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Grabado a sal y agua
David Jiménez Cirera
Día 1
Hoy, día trece de abril de 1724, partimos de Puerto de Santa Maria, Càdiz, rumbo hacia las
tierras del norte, más allá de las Islas Británicas , en busca de un supuesto tesoro de inmensas
riquezas, oro, piedras preciosas y otros bienes inconmensurables. Desconocemos qué nos
deparará en este viaje, mas esperamos que solo sea algo bueno.
A pesar de nuestras intenciones, tenemos clara nuestra condición de parias. No somos
ningún ejército. Tampoco estamos al cargo de ningún señor. Solo nuestros camaradas, el mar,
el viento y la sal nos acompañan en este viaje. Bueno, y este cuaderno. Tengo pensado
escribir cada 10 días. No creo que pasen cosas dignas de explicar con mayor frecuencia.
En estos momentos estamos revisando nuestros pertrechos El viejo Tomás, su hijo Miguel,
Johnny o Juan el Inglés y yo. ¡¡Ah!!, y el loro que tiene como amigo Ahmed. El resto están
preparando las velas, en cocinas o vigilando. Espero que dentro de unos días pueda escribir
acerca de la inmensa opulencia que habremos conseguido. Solo me preocupa una cosa: el
frío. Llevamos buenas ropas de abrigo, pero aquí lo máximo que encontramos es un poco de
nieve y, dependiendo del año.
Espero que Dios nos acompañe a pesar de nuestros crímenes cometidos. Solo él sabe qué
nos deparará, pero no tememos a la muerte. La respetamos.
Acabamos de zarpar. Me siento extraño por dejar mi España querida, pero a su vez siento
emoción.
Día 2
En estos momentos nos encontramos a la altura del reino de Portugal. Recién hemos dejado
Extremadura atrás. El reino luso nos acoge con el abrazo del mar, que pronto se volverá
inmenso océano. Para ser veintitrés de abril hace harta calor. Cualquiera diría que seguimos
en tierras andaluzas. En estos momentos nos encontramos a unas horas de Beja.
Por el momento, el viaje transcurre con normalidad. Todos gozamos de salud, y la faena no
nos falta. Todos estamos ocupados en algo que hacer .
Al llegar la noche, tras la cena, entonamos alguna canción coreando a Juan el Inglés o alguno
de nosotros coge la guitarra de Tomás y nos ponemos a tocar. Todo por supuesto, con la fiel
compañía del loro y de la botella de ron y del altísimo. Espero que no tengamos que sacar las
espadas y las bolas de cañón, ya hemos visto mucha sangre en viajes pasados y no nos es
agradable, pero si es necesario, no pensamos dudar en hacerlo. Ahmed ya me ha explicado
que su cimitarra está afilada y he sido testigo de ello. Se ha presentado en cocinas y les ha
ayudado a Víctor y Marta, su mujer, a preparar la comida y le he visto cortar un cerdo como
quien corta mantequilla. Después de ello se ha lavado, pues no le es agradable la sangre
porcina dada su condición, mas al caer la luz le gusta gozar del destilado de caña de azúcar
como a todos.
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