Page 277 - La introduccion de la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia.indb
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La Tercera eTapa   271

               un Dios en alguna parte. Y Dios siendo mi testigo, esas criaturas en tormento a mi alrededor,
               yo tan sólo era un recién llegado. Y la más horrenda y espantosa sensación impía en aquel…
               Parecía que tenían ojos muy grandes, con pestañas largas extendidas así, y alargadas como de
               gato, así hacia atrás; y con esa cosa verde, como si tuvieran gangrena o algo.
                   Y estaban–hacían: “¡Uh, uh, uh!”. ¡Qué sentir fue ese! Ahora, cuando yo…
                   86  Entonces en un breve instante regresé otra vez a la vida natural. Eso me ha perturbado.
               Pensé: “Oh, permite que yo nunca tenga que ir a un lugar como ese; que ningún otro ser
               humano tenga que ir a un lugar como ese”.
                   87  Siete meses después yo tuve la visión de estar parado en el oeste, y mirando esa cruz
               dorada descender sobre mí. Y yo sabía que en alguna parte existía la región de los malditos.
                   88  Ahora, no había prestado mucha atención a eso hasta hace como cuatro semanas. Mi
               esposa… Nunca había pensado de eso en estos términos; pero hace como cuatro semanas, mi
               esposa y yo fuimos a Tucson para hacer algunas compras. Y mientras estábamos sentados…
               mi esposa - fuimos al primer piso, y–y allí había varios muchachos afeminados, que tenían
               el cabello rizado, ustedes saben, peinado como las mujeres, y–y otros con el cabello peinado
               sobre la frente, y con pantalones muy subidos, así como (me supongo) las pandillas, o como se
               les llamen. Y ellos estaban allí, y todos los estaban mirando, y sus cabezas eran así de grandes,
               como las mujeres que se preparan el cabello en forma demasiada grande, ustedes saben; y estos
               estaban allá.
                   89  Y una joven pasó, y dijo: “¿Qué piensa usted de eso?”.
                   90  Le respondí: “Pues a usted le debiera dar vergüenza si es que usted piensa así (yo dije);
               él tiene tanto derecho como usted de hacer eso: ninguno de los dos tiene ese derecho”.
                   91  Entonces subí al otro piso y me senté. Y al hacerlo, había allí una escalera automática,
               era en la tienda “JC Penney”, y la escalera transportaba gente hacia arriba. Pues, realmente
               me enfermé del estómago, viendo esas mujeres subir por allí; jóvenes, ancianas e indiferentes,
               arrugadas, jovencitas y de todas clases, usando pequeños pantaloncitos cortos; sus cuerpos
               obscenos, y esas mujeres vestidas tan sensualmente, y con esas cabezas tan grandes, así, y allí
               venían. Y una venía de esa escalera automática, apareciendo allí donde yo estaba reclinado en
               un asiento, sentado allí con mi rostro inclinado.
                   92  Y volteé y miré, y una de ellas, subiendo la escalera, decía: “Uuh”, de habla hispana, a otra
               mujer. Esa era una mujer blanca hablando con la mujer hispana. Y cuando miré [el hermano
               Branham chasquea los dedos –Ed.], en un instante fui cambiado. ¡Eso yo lo había visto antes!
               Los ojos, ustedes saben, como hacen hoy las mujeres, pintándose los ojos (algo reciente) como
               gatas; ustedes saben, se los alargan así, y usan lentes al estilo de gata, y de todo; ustedes saben,
               con los ojos alargados así, y con esa cosa verde debajo de sus ojos. ¡Ahí estaba eso que yo
               había visto cuando era muchacho! Allí estaba la mujer, así exactamente. Y yo simplemente
               me entumecí todo, y empecé a mirar alrededor; y allí estaba esa gente murmullando, ustedes
               saben, comentando de los precios y demás, en el edificio. Y yo sólo…
                   93  Parecía como que yo había cambiado por un instante. Y miré, y entonces pensé: “Esto
               es lo que yo vi en el infierno”. Allí estaban, con esa gangrena. Yo pensaba que porque estaban
               en el infierno se habían vuelto así, un color verde-azul debajo de sus ojos. Y aquí estaban estas
               mujeres pintadas con el mismo verde-azul, igual como había dicho esa visión algunos cuarenta
               años antes.
                   94  ¿Ven? Han pasado como cuarenta años. Tengo 54; entonces tenía 14. Así que hace como
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