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284 La introducción de La Segunda Venida de criSto a Su igLeSia

                   —“¡Sí, lo ha estado!”.
                   Dije: “¿Eres de aquí?”.
                   118  Dijo: “No, soy de Wisconsin”, o de algún lugar. Dijo: “Llevo aquí unos veinte años, así
               que supongo que podría llamarlo hogar”.
                   119  Dije: “Entonces eres un nativo, supongo”. Entonces me dijo: “Sí, señor”. Dije: “Parece
               que ha estado muy polvoriento”.
                   120  Dijo: “¿Sabe usted?, ¡la cosa más extraña sucedió!”. Dijo: “Teníamos un pronóstico de
               que íbamos a tener una tormenta de nieve, una gran cantidad de nieve; y en realidad comenzó,
               ¡y luego se detuvo!”.
                   121  Dije: “¡No me digas!”, y me quedé tan tranquilo.
                   122  Y regresé a casa. Y el hermano Tom dijo que le habían dicho que no fuera por allí, que
               había una tormenta de nieve. Y vino directamente a través del campo, ¡sin siquiera una pizca
               de lluvia o algo así! Él todavía es Dios, ¿ven?, tanto como siempre lo fue. ¿Ven?
                   123  Caminando allí, yo iba… Ahora, esta parte, espero que mi esposa no reciba esta cinta.
               ¿Ven? Pero voy a decirles algo. Y, ahora, yo–yo no les digo… Yo sólo les diré la verdad, ¿ven?,
               y esa es la única manera de hacerlo. Muchas veces me he preguntado por qué no se quejaba de
               que fuera a esos viajes en nuestro aniversario. ¿Saben lo que me había inventado en mi mente?
               Dije: “Hay tanta gente en la casa. Y entonces siempre estoy, ya saben cómo soy, nervioso. Y
               todo lo que hablo, de lo que quiero hablar, es de Dios, de la Biblia, o de algo. Tal vez ella piensa
               que es un pequeño descanso para ella. Me aleja por unos días, para ir a cazar”. Yo, medio
               pensando en eso, yendo por allí.
                   124  Eso, yo… yo, me disculpo con ella, y le pido a Dios que me perdone por esos pensamientos.
               Porque yo iba por allí y pensaba: “Bueno, ella piensa… ¡Bueno, Dios mío! Ella, ella es una
               trabajadora, ya sabes, y–y todo el tiempo cuando ella está en la cocina o en algún lugar fuera
               en el…”.
                   125  Y todos ustedes la conocen, esa lavadora está funcionando todo el tiempo. Así que yo
               salía, la halaba; le decía: “No estés lavando así. Habla conmigo. Mira, yo te amo. Quiero que
               me digas algo; dime que tú también lo haces”.
                   126  Ella dijo: “Bueno, tú sabes que sí”, y luego siguió lavando tan arduamente como siempre.
                   127  “No quiero que hagas eso. Quiero que vengas aquí y te pongas a mi lado”.
                   128  “¡Oh, Bill, tengo tanto trabajo que hacer!”.
                   129  Y pensé: “Bueno (vean, yendo por allí), ella tiene tiempo para hacer su trabajo”. Yendo
               por allí, pensando eso. Ahora, recuerde, yo puse esta Biblia aquí arriba para que ustedes vean
               que yo estoy ante la Palabra. Mientras caminaba, algo me sucedió. Empecé…
                   130  Primero, estaba pensando en cuando la llevé a la luna de miel allá arriba. Ella era una
               muchacha bonita, pequeña, de cabello negro, de ojos marrones, y yo estaba levantándola sobre
               estos troncos, ustedes saben, y todo, y tratando de llevarla allá arriba, este lugar donde yo había
               matado algún oso. Y quería mostrarle uno, y así… donde conseguí estos osos. Y ella tenía
               puestas mis botas de vaquero. Y eso fue hace unos veintidós años, o veintiuno antes de eso;
               veintidós años, creo que fue. Nos casamos en 1941. Y yo la estaba recogiendo, ustedes saben,
               sobre estos troncos.
                   131  Y yo pensé: “Bueno, pobrecita, aguantándome, ya le salieron canas”. Sí. Yo pensé:
               “Bueno”, y fui… [El hermano Branham se aclara la garganta –Ed.] ¡Y yo no me había afeitado
               por unos días, y descubrí que yo también estaba gris! Y yo vi mi barba sobresaliendo de aquí,
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