Page 291 - La introduccion de la Segunda Venida de Cristo a Su Iglesia.indb
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La Tercera eTapa   285

               gris, y yo pensé: “Viejo, usted está casi terminado ahora. ¿Ves? Tú, si vas a hacer algo, será
               mejor que te des prisa. Tú también te estás haciendo viejo”. ¿Ven?
                   132  Y así, mientras avanzaba así, algo tuvo lugar. De repente, en cada movimiento, principio,
               yo era un niño, pensaba como un niño. Y tenía mi cabeza abajo, y miré hacia arriba. Y tan claro
               como siempre la he visto, allí estaba ante mí con los brazos extendidos. Y me detuve; me froté
               la cara. Miré. Dije: “Meda, ¿eres tú, cariño?”.
                   133  Miré allí, y pensé: “¿Ahora qué ha pasado?”. Y pensé: “Sí, estoy caminando con Él”. Y
               cambió entonces, volví a ser un hombre viejo, y la visión se fue de delante de mí.
                   134  Y me detuve; me quité el sombrero de nuevo, lo puse sobre mi corazón. Dije: “Jesús, mi
               corazón ha estado tan cargado, durante años. No tengo que decirte que estoy cargado. Me he
               arrepentido, me he arrepentido, he hecho todo lo que sé. ¿Y por qué esta carga no me deja?”.
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               135  Y comencé a caminar. Y cuando subí esta pequeña loma, sólo unas treinta, cuarenta yardas
               delante de mí; empecé a subir esta pequeña loma, empiezo a sentirme realmente débil. Y había
               un pequeño álamo temblón, de unas diez pulgadas , que subía y hacía como una L, y luego
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               volvía a subir. Y justo cuando llegué allí, me sentí tan débil que me tambaleaba. Así que sólo…
               me puse la gorra de nuevo. Y simplemente apoyé mi cabeza contra esto; me quedaba bien, para
               apoyar mi cabeza justo aquí contra este pequeño álamo temblón, como este. Es realmente un
               álamo. Es como, parece un abedul, ¿ven? Y es un… estaba recostado contra eso. Y estaba allí
               con la cabeza baja, ese sol cálido dándome en la espalda. Y pensaba: “¡El mismísimo Dios, que
               partió esa lluvia y ese viento!”.
                   136  Y oí algo que hacía “pat, pat, spat”.
                   137  Y pensé: “¿Qué es eso? El agua ha desaparecido. El sol ha salido. ¿Qué es ese ruido?”.
               Miré hacia abajo; era el agua de mis propios ojos, cortando a través de la barba gris y cayendo
               sobre las hojas secas que Dios había secado, colocadas ante mí. Me quedé así, pegado al árbol.
               Mi mano, esta mano abajo, mi cabeza recostada contra el árbol, mi mano en la correa del rifle,
               así, parado allí, llorando.
                   138  Dije: “Dios, no soy digno de ser tu siervo”. Y dije: “Yo, yo lo siento, yo hice un… yo he
               hecho muchos errores. No quise cometer errores, Señor. Has sido tan bueno conmigo”.
                   139  Mis ojos se cerraron; y oí algo que hacía “plaf, plaf; plaf, plaf” [pisadas].
                   140  Levanté los ojos, y justo delante de mí venían tres ciervos. Y pensé: “Ahí está el del
               hermano Evans, el del hermano Wood. Y ahí están los tres ciervos, ¿Ven?, justo lo que estoy
               buscando”. Ahora, la lluvia se secó; alcancé a tomar mi rifle. Yo dije: “Yo no puedo hacer eso.
               Le prometí a Dios que no haría eso”. ¿Ven? “Le prometí que no lo haría”.
                   141  Y algo me dijo: “¡Pero ahí está!”.
                   142  Y pensé: “Sí, eso es lo que un hombre le dijo a David, una vez: “¡Dios lo ha entregado,
               dijo, en tus manos!”. Ya saben, el rey Saúl.
                   143  Y Joab le dijo, dijo: “¡Mátalo! Allí está!”.
                   144  Y él dijo: “Dios me libre de tocar a su ungido”.
                   145  Y esos ciervos se pararon allí y me miraron. Y pensé: “No pueden escapar. No hay manera
               de que se alejen. No están a treinta yardas de mí. Y tengo este rifle, esperando aquí, y hay tres
               ciervos. No, no puedo hacerlo. No puedo hacerlo”. Era una cierva y dos cervatillos grandes. Así
               que no pude tomar el rifle. Dije: “No puedo”. Nunca me moví. Me quedé allí. Dije: “No puedo

               8    30 a 40 yardas = de 27 a 37 metros aproximadamente
               9    10 pulgadas = 25.4 centímetros
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