Page 16 - LA ODISEA
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—No, los leñadores no toleraban bien el hollín, solo los sapos.
Pero esta tarde la bibliotecaria solo tiene ojos para Leah; ha visto a Leah muy distinta de como la
ha visto otras tardes. No parece ella, gira el cuello a un lado y a otro sin interesarse realmente por
nada y cuando ha tirado por tercera vez una colección de libros para niños al suelo (muy limpio,
en Epistemes estas cosas de la higiene se respetan), la bibliotecaria le hace venir. Con esa sonrisa
que desarmaría un muro de hormigón armado, pregunta:
—¿En qué puedo ayudarte?
Leah está triste, no puede evitar estarlo, y aunque no se dé cuenta los carrillos se le hinchan
levemente formando una hinchazón que parece que va a estallar en un puchero luctuoso. ‘Luctuoso’
es la forma culta de decir —fuera de Zarza Tostada— que Leah está triste, pero como ya se
dijo al inicio del párrafo y no me gusta repetir las cosas… Aunque la bibliotecaria se da cuenta,
sabe que hay personas que no hablan de lo que les pasa en su interior fácilmente, o necesitan a
una persona en quien tienen total confianza para comunicar sus asuntos, por eso no dice nada
que sea muy evidente, para que Leah no se sienta mal. Imagínate que te has puesto rojo de la
vergüenza porque alguien se ha enterado de que un día te comiste una hormiga sin ponerla
en salazón (tengo un primo que lo hace todavía, y tiene mi edad: el tío no echa ni pimienta, ni
cominos, ni nada a las hormigas). ¿Ayudaría algo que yo me pasease por la clase mientras tú
sientes el calor de la lava volcánica en la piel de tu cara gritando «¡Petri está rojaaaaaa! ¡Josimar
se ha puesto azulllll! ¡A María se le ha escapado un cuescoooo!»? No, claro que no ayudaría. Por
cierto, ‘cuesco’ es una ligera ventosidad o pedo de lobo, humano, o licántropo, pero aquí se dice
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