Page 17 - LA ODISEA
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así; si no lo crees, que te lo cuente Leah.
A mí no podrías comunicarme nada, lo siento, porque lo utilizaría todo en el siguiente libro.
Los escritores somos así, no te puedes fiar de nosotros porque nos gusta contar mentirijillas o
cosas que nos cuentan en la vida real que adaptamos a nuestra «realidad». No es por fastidiar,
te lo juro, es por usar la imaginación para que no se oxide. Es que muchas veces contar esas
mentirijillas es la única forma de contar algo que acepten los que no quieren oírlo o leerlo. Cuando
tengas que hacerlo, porque te hayas convertido en escritora, pintora, bailarín de ballet o músico
incomprendido, lo entenderás rápido.
Leah no contesta y reflexiona detenidamente. Cuando uno piensa tanto, actúa poco, aunque quizá
actúa mejor, pero eso solo se sabe cuando uno actúa. ¿Y si no actúas? Uf, esto se complica. La
bibliotecaria comenta:
—¿Sabes de qué tienes cara?
—¿De qué? ¿De zombi? —inquiere Leah con un desaliento letal (ya te dije que me gustaba esa
palabra).
—No, mujer; tienes cara de necesitar un rato en la sección prohibida.
—¡¿La sección prohibida?! ¿Eso qué es?
—Pues… es mejor que lo veas tú misma.
—No, no, a ver, a ver… Si es prohibida es porque no es legal verla, ¿no? Muy bueno no puede ser.
—No todo lo que se prohíbe tiene que ser malo. A veces se prohíben cosas que hacen bien a la
gente.
—¿Por qué se iba a prohibir algo que hace bien a la gente? ¿Quién lo prohíbe? ¡Pero qué pasa
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