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George Orwell 1 9 8 4 6
3.2 Sinopsis argumental
1984 nos presenta, como ya hemos explicado, una distopía. En ella, el mundo está dividido en
tres grandes superpotencias: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. La primera de ellas comprende
América, Australia, Gran Bretaña y el sur de África. Eurasia es el resultado de la absorción de
Europa por parte de la Unión Soviética. Asia Oriental comprende China, Japón e Indochina. El resto
del planeta padece una guerra interminable que enfrenta a las tres potencias, en un cambiable ir y
venir de alianzas y quebrantamientos de alianzas. Al iniciarse la novela, Oceanía está en guerra con
Eurasia, siempre ha estado en guerra con Eurasia, y está aliada con Asia Oriental.
Winston Smith es un funcionario del Departamento de Registro del Ministerio de la Verdad, que
irónicamente es el organismo encargado de falsear la realidad y manipular la opinión pública. Es un
cuadro inferior del todopoderoso Partido, muy lejos del nivel de vida alcanzado por los miembros
del Partido Interior (la auténtica élite de la sociedad, cuya cúspide es el todopoderoso Gran
Hermano) y muy por encima de las privaciones de
los proles, la clase inferior. Winston Smith es, pues,
un representante de la llamémosle clase media de
uno de los Estados más represores que ha
presentado la literatura.
Pero Winston tiene dudas. Un incidente aislado,
ocurrido años antes, le hace sospechar que el
Partido manipula la realidad hasta extremos
inauditos. Por error, cayó en sus manos un
documento que demostraba que tres disidentes
políticos caídos en desgracia (Jones, Aaronson y
Rutherford), a quienes él mismo había visto en una
ocasión, habían sido considerados héroes del
Partido para, a continuación, desaparecer de
cualquier fuente documental como si nunca hubiesen existido. El trabajo de Winston consiste
precisamente en eso: en alterar la prensa de tal manera que las noticias que incomodan al Partido
sean sustituidas por otras que se adecuen a la verdad oficial. Al desaparecer de la prensa y de
cualquier otro medio de comunicación, se puede decir que estas noticias nunca han existido. De
manera análoga, las personas caídas en desgracia a los ojos del Partido dejan de existir a los ojos del
mundo. Más aún: nunca han existido. Son nopersonas. Oceanía puede estar en guerra con Asia
Oriental, más aún: Oceanía siempre ha estado en guerra con Asia Oriental; pero si el Partido dice
que Oceanía está en guerra con Eurasia, habrá que creer al Partido: Oceanía está en guerra con
Eurasia; más aún, Oceanía siempre ha estado en guerra con Eurasia. La facultad de cambiar de idea
al compás de las consignas del Partido se conoce como doblepensar. Un objeto blanco puede ser
negro si el Partido dice que es negro, y la tarea del buen miembro del Partido (y, por ende, del buen
doblepensador) estriba en adquirir la habilidad mental necesaria para convencerse a sí mismo de
cuándo un objeto blanco es negro. La capacidad del doblepensar de generar paradojas se manifiesta
en la nomenclatura de los órganos gubernamentales: el Ministerio de la Verdad se encarga de
manipular la mente de los ciudadanos; el Ministerio de la Abundancia gestiona los cada vez más
escasos recursos alimenticios y de materias primas; el Ministerio de la Paz es el que moviliza
tropas; y el Ministerio del Amor es el encargado de ejercer la coerción física y mental sobre la
población.
El doblepensar es sólo un estado mental conducente a afianzar una concepción inmutable de la
Historia; una herramienta intelectual, en resumen, que encuentra su plasmación en la neolengua, un
lenguaje artificial creado por el Partido y que modelará la mentalidad de los súbditos del Gran
Hermano. El lenguaje determina la estructura del pensamiento humano. Al prescindir de
determinadas palabras, se prescinde de su concepto. De este modo, el Partido puede controlar y
uniformar con mayor facilidad los pensamientos de sus miembros, para así evitar el mayor de los