Page 9 - Orwell, George - Nineteen eighty-four -bilingüe [pdf]
P. 9

George Orwell                                    1 9 8 4                                    8

               El odio hasta el dolor. El tercer y más fuerte motor de cohesión de la sociedad de 1984. Pero
            odio... ¿a qué? A lo extraño, al extranjero, al contrario al Partido. Las manifestaciones populares
            más lúdicas son las películas de propaganda bélica (en las que abunda la violencia explícita y, por lo
            que  nos  sugiere  Orwell,  real:  imagínense  una  snuff  movie  perpetrada  por  miles  de  Rambos),  las
            ejecuciones  —previo  escarnio  público—  de  prisioneros  de  guerra  enemigos  y,  sobre  todo  y  por
            encima de cualquier otra, los Dos Minutos de Odio.
               ¿Qué son los Dos Minutos de Odio? La ración diaria de odio necesaria para hacer funcionar el
            sistema. ¿Quién es el objeto del odio? Emmanuel Goldstein. El gran enemigo de Oceanía, el Partido
            y el Gran Hermano. El adversario necesario. El traidor al Ingsoc. El artíficice de la Revolución que
            se vendió a las potencias extranjeras. La población expresa su odio irracional, válvula de escape de
            todos sus instintos primarios, mientras se superponen imágenes apenas subliminales de Goldstein
            con un fondo de matanzas y atrocidades del enemigo de turno, sea Eurasia o Asia Oriental. Los
            ciudadanos están condicionados para odiar a Goldstein. Odiar a Goldstein es amar al Partido y al
            Gran Hermano y todo lo que representa el Ingsoc. Dudar de la maldad de Goldstein es la peor forma
            de crimental.
               Y Winston ha caído en ella.
               Winston odia al Partido. Odia al Gran Hermano. Sabe que el Partido manipula la información,
            altera la percepción cotidiana de la realidad. Lo sabe porque él mismo ha tenido en sus manos una
            prueba de este fraude. Pero al mismo tiempo sabe que otros como él odian también al Partido. Por
            ejemplo,  O'Brien,  un  destacado  miembro  del  Partido  Interior,  que  se  le  aparece  en  sueños
            prometiéndole  un  pronto  encuentro  en  "el  lugar  donde  no  hay  oscuridad".  Guiado  por  una
            complicidad  inexplicable,  más  intuitiva  que  fundamentada,  Winston  sigue  los  pasos  de  O'Brien,
            convencido  de  que  le  puede  aclarar  dudas  acerca  de  la  existencia  de  la  Hermandad,  una
            organización  clandestina,  no  se  sabe  si  existente  o  no,  enemiga  jurada  del  Partido  y  el  Gran
            Hermano, tal vez impulsada por el propio Goldstein, el archienemigo.
                                               Pero  antes  de  acceder  a  O'Brien,  Winston  debe  consumar  su
                                            crimental, debe trasgredir todas las reglas impuestas por el Partido,
                                            debe vulnerar todos sus condicionamientos. La primera parte de la
                                            novela  nos  refiere  el  proceso  mental  que  sigue  Winston  antes  de
                                            estar preparado para saltar a esa fase. El acto de escribir el diario
                                            hace  a  Winston  plantearse  cada  vez  más  interrogantes  acerca  del
                                            funcionamiento del Partido y su sistema de mentiras. Es la toma de
                                            conciencia por parte de Winston de que la pretendida utopía no es
                                            sino  una  terrible  distopía.  El  siguiente  razonamiento  llevará  a
                                            Winston  a  plantearse  la  manera  más  idónea  de  contestación  al
                                            régimen. Pronto llegará al punto en que la única solución posible le
                                            parece el derrocamiento del Gran Hermano. Pero los miembros del
            Partido, sujetos a férreos condicionamientos, no serán la fuerza capaz de acabar con la opresión.
            Winston fija sus ojos en los proles, los proletarios, aquellos ciudadanos ajenos al juego del Gran
            Hermano, la masa acrítica y no condicionada. Los proles recuerdan una existencia anterior al Gran
            Hermano, en ocasiones parecen inmunes al lavado de cerebro que ha hecho creer a toda la sociedad
            que la inmensa mayoría de los adelantos científicos y tecnológicos de la Humanidad son obra del
            Gran Hermano. Winston, que carece de familia (fue separado de su madre y su hermana a temprana
            edad)  y ha sido criado por el Partido, recuerda líneas sueltas de una canción de su infancia, que
            convertirá en el símbolo de su individualidad y de su rebeldía. Esta rebeldía lo lleva a alquilar una
            habitación en un barrio proletario. Allí podrá escribir su diario y dar rienda suelta a sus fantasías,
            ajeno a la mirada omnipresente de las telepantallas.
               Tras la toma de conciencia, la comisión del crimental, es hora de pasar a la acción. La segunda
            parte de la novela nos muestra el acercamiento entre Winston y Julia. La al principio odiada Julia se
            revela como una sediciosa. Pero, al contrario que Winston, la rebeldía de Julia es acrítica e intuitiva.
            Julia carece de base teórica, todas las proclamas de Winston a favor del proletariado y en contra del
            Partido le resultan ajenas e incomprensibles. La rebeldía de Julia es de otra índole. Ella busca la
   4   5   6   7   8   9   10   11   12   13   14