Page 23 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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Victoria sobre el miedo, la preocupación y la ansiedad  19


                      Mientras Pedro mantuvo sus ojos fijos en Jesús, caminó sobre el agua.
                   Pero le sucedió algo que también nos sucede con frecuencia en las tormen-
                   tas de la vida. Pedro perdió la concentración: “Pero cuando vio el fuerte
                   viento y las olas, se aterrorizó y comenzó a hundirse” (vers. 30). Mientras
                   Pedro miraba a Cristo y confiaba en su palabra, caminaba sobre el agua. No
                   obstante, cuando se concentró en las olas y en la situación traicionera en la
                   que se encontraba, se hundió. O miramos nuestras dificultades desde una
                   perspectiva terrenal o las miramos a través de los ojos de la fe.
                      Cuando el miedo nos supera, nos hundimos, porque nuestra fe se ha
                   hundido. En el momento en que Pedro comenzó a hundirse en el mar
                   tormentoso, solo había una cosa que podía salvarlo. No era su habili-
                   dad como pescador experimentado. No era su conocimiento del Mar de
                   Galilea. No era su sabiduría para resolver los problemas. No era su ha-
                   bilidad para nadar de vuelta al bote. Cuando Pedro comenzó a hundirse,
                   gritó: “¡Sálvame, Señor!” (S. Mateo 14:30).
                   Mateo: testigo de un milagro
                      Mateo fue testigo de este milagro. Él escribió basado en una expe-
                   riencia de primera mano. Mateo estaba en el bote observando toda la es-
                   cena. Y él informó: “De inmediato, Jesús extendió la mano y lo agarró” (S.
                   Mateo 14:31). Cuando Pedro gritó, Jesús respondió de inmediato. Cristo
                   está presente en las tormentas de la vida. Está aquí cuando las olas son
                   altas y la noche es oscura.
                      ¿Has notado que hay dos gritos en este pasaje? Uno, de miedo; y uno,
                   de fe. Cuando los discípulos vieron lo que pensaban que era la aparición
                   de un fantasma, según el versículo 26, gritaron de miedo. Cuando Pedro
                   se hundía en las olas, gritó con fe.
                      Podemos tener absoluta confianza en la realidad de que Jesús nunca
                   se aleja de aquellos que claman con fe. Su brazo es fuerte para soste-
                   nernos. David lo describe maravillosamente: “Ahora conozco que Jehová
                   salva a su ungido [...] con la potencia salvadora de su diestra (Salmo 20:6).
                   Estamos a salvo en las manos de Jesús.
                      Fíjate que Jesús no le dijo a Pedro: “Pedro, ¿dónde está tu fe?”, o
                   “Pedro, no tienes fe”. De hecho, lo que dijo fue: “Tienes tan poca fe” (S.
                   Mateo 14:31). Tener poca fe es mejor que no tener fe en absoluto. Esto
                   me recuerda la declaración de Jesús en San Mateo 17:20: “Si tuvieran fe,
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