Page 28 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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infectado a la humanidad. La COVID-19 puede incluso destruir el
cuerpo, pero esta enfermedad mortal es capaz de afectar más que la
vida física. Jesús hizo esta notable declaración: “No teman a los que
quieren matarles el cuerpo; no pueden tocar el alma. Teman solo a
Dios, quien puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infier-
no” (S. Mateo 10:28). El virus del pecado es mucho más mortal que el
coronavirus. Después del contagio con el virus del pecado, el pronós-
tico es la muerte eterna, a menos que se administre la vacuna. ¿Cómo
comenzó esta pandemia y cuál es la solución definitiva?
Otro virus incluso más mortal
Aunque fueron creados perfectos, a imagen y semejanza de Dios,
desgraciadamente Adán y Eva escucharon la voz de la serpiente en
el Jardín del Edén y cedieron a sus tentaciones. A partir de entonces,
fueron infectados por el virus del pecado, que se alojó en la natura-
leza humana. Debido a esto, la primera pareja transmitió este mal a
sus descendientes. Por eso, el salmista declara milenios después de la
caída en el Edén: “Pues soy pecador de nacimiento, así es, desde el
momento en que me concibió mi madre” (Salmo 51:5).
El diagnóstico no tiene remedio: “Nada hay tan engañoso como el
corazón. No tiene remedio” (Jeremías 17:9, NVI). Todos recibimos esta
terrible herencia que infecta el núcleo de nuestra vida y distorsiona todo
lo que somos y hacemos. Isaías agrega: “Todos nosotros nos hemos ex-
traviado como ovejas; hemos dejado los caminos de Dios para seguir
los nuestros” (Isaías 53:6). El apóstol Pablo se lamentó: “¡Soy un pobre
desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado
y la muerte?” (Romanos 7:24). Tenemos una enfermedad mortal y su-
mamente contagiosa que se transmite de padres a hijos. No obstante,
algunos creen que no se han infectado, o que son asintomáticos. Viven
difundiendo orgullo, envidia, egoísmo, tosiendo maldad y estornudando
impureza, sin darse cuenta de la seriedad de su caso. Necesitan la vacu-
na. Necesitan desesperadamente encontrar al Doctor.
La cura
Hay alguien que puede liberarnos de las garras del pecado. Cuando
el apóstol Pablo exclama: “¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me