Page 30 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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               romanos y de la burla de la multitud. Hablaban del precio del pecado, de
               la condenación de la Ley y de la maravilla de la gracia.
                  La Cruz revela un amor tan maravilloso, tan extraordinario y tan
               divino que eligió asumir la condena, la culpa y la pena del pecado en
               lugar de perder eternamente aunque sea a uno de sus hijos. La autora
               cristiana Elena de White escribió:
                              Con fieras tentaciones, Satanás torturaba el corazón
                           de Jesús. El Salvador no podía ver a través de los portales
                           de la tumba. La esperanza no le presentaba su salida del
                           sepulcro como vencedor ni le hablaba de la aceptación de
                           su sacrificio por parte del Padre. Temía que el pecado fuese
                           tan ofensivo para Dios que su separación resultase eterna.
                           Cristo sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la
                           misericordia no interceda más por la raza culpable. Lo que
                           hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró
                           su corazón fue el sentido del pecado, lo cual atraía la ira del
                           Padre sobre él como Sustituto del hombre. 2
                  Esta es la historia de la gracia. Esta es la historia del amor sin medida
               de un Salvador. Esta es la historia de Jesús, quien nos ama tanto que eli-
               gió experimentar la misma muerte en lugar de perder a uno de nosotros.
               Esta es la historia de un amor ilimitado, inalcanzable, incomprensible,
               imperecedero, interminable e infinito que anhela nuestra presencia a
               su lado por toda la eternidad. Es la historia del Hijo de Dios, que estuvo
               dispuesto a asumir la culpa, la condena y las consecuencias de nuestro
               pecado. La muerte de Cristo en la Cruz nos libera de la condenación, la
               culpa, la vergüenza y la pena máxima del pecado. La sangre derramada
               de Cristo es la única vacuna efectiva contra el virus del pecado. Pero la
               historia no termina en la Cruz.
               Jesús está vivo
                  Si Jesús hubiera muerto y nunca hubiese resucitado, habría sido
               un mero mártir que murió por una buena causa. Si él nunca hubiera
               conquistado la tumba, ¿qué esperanza tendríamos nosotros de la vida
               eterna? Para redimirnos, se necesitan tanto al Cristo que murió como
               al Cristo vivo. El Cristo resucitado nos libra de las garras del pecado. El
               2   Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,
               2008), p. 701.
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