Page 30 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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26 Esperanza para un mundo en crisis
romanos y de la burla de la multitud. Hablaban del precio del pecado, de
la condenación de la Ley y de la maravilla de la gracia.
La Cruz revela un amor tan maravilloso, tan extraordinario y tan
divino que eligió asumir la condena, la culpa y la pena del pecado en
lugar de perder eternamente aunque sea a uno de sus hijos. La autora
cristiana Elena de White escribió:
Con fieras tentaciones, Satanás torturaba el corazón
de Jesús. El Salvador no podía ver a través de los portales
de la tumba. La esperanza no le presentaba su salida del
sepulcro como vencedor ni le hablaba de la aceptación de
su sacrificio por parte del Padre. Temía que el pecado fuese
tan ofensivo para Dios que su separación resultase eterna.
Cristo sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la
misericordia no interceda más por la raza culpable. Lo que
hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró
su corazón fue el sentido del pecado, lo cual atraía la ira del
Padre sobre él como Sustituto del hombre. 2
Esta es la historia de la gracia. Esta es la historia del amor sin medida
de un Salvador. Esta es la historia de Jesús, quien nos ama tanto que eli-
gió experimentar la misma muerte en lugar de perder a uno de nosotros.
Esta es la historia de un amor ilimitado, inalcanzable, incomprensible,
imperecedero, interminable e infinito que anhela nuestra presencia a
su lado por toda la eternidad. Es la historia del Hijo de Dios, que estuvo
dispuesto a asumir la culpa, la condena y las consecuencias de nuestro
pecado. La muerte de Cristo en la Cruz nos libera de la condenación, la
culpa, la vergüenza y la pena máxima del pecado. La sangre derramada
de Cristo es la única vacuna efectiva contra el virus del pecado. Pero la
historia no termina en la Cruz.
Jesús está vivo
Si Jesús hubiera muerto y nunca hubiese resucitado, habría sido
un mero mártir que murió por una buena causa. Si él nunca hubiera
conquistado la tumba, ¿qué esperanza tendríamos nosotros de la vida
eterna? Para redimirnos, se necesitan tanto al Cristo que murió como
al Cristo vivo. El Cristo resucitado nos libra de las garras del pecado. El
2 Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,
2008), p. 701.