Page 33 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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El descubrimiento de la vacuna definitiva    29


                   boca abajo. ¡Es absurdo pensar que morirían por una mentira que ellos
                   mismos inventaron!
                   Las verdades transformadoras de la Resurrección
                      La Biblia a menudo comunica lecciones profundas en términos sim-
                   ples. El Evangelio de San Mateo solo dice: “El domingo por la mañana
                   temprano, cuando amanecía el nuevo día, María Magdalena y la otra
                   María fueron a visitar la tumba” (S. Mateo 28:1).
                      Piensa en María Magdalena. Tenía una mala reputación, pero había
                   encontrado el perdón, la misericordia y la gracia en Cristo. Por primera
                   vez en su vida, había descubierto a alguien que la amaba con un senti-
                   miento puro, desinteresado y divino. Había expulsado a los demonios
                   que la habían acosado durante tanto tiempo en su vida. En Cristo, ella
                   había encontrado una nueva oportunidad. Él le había ofrecido una ra-
                   zón para vivir.
                      Pero Jesús estaba muerto. La última vez que había visto al Salvador,
                   su cuerpo estaba quebrantado, magullado y ensangrentado. Se había
                   marchado con angustia y profunda tristeza por haber sido testigo de la
                   crucifixión de su Maestro. No podía soportar ver la sangre roja y viscosa
                   que goteaba de sus manos ni su sangrante rostro. No podía mirar a los
                   ojos de Jesús, no podía soportar mirar su cuerpo devastado por el dolor.
                   No podía soportar el horror de todo aquello.
                      Acompañemos a María y a las otras mujeres en su camino a la tumba
                   para embalsamar el cuerpo de Cristo. Está amaneciendo. La oscuridad
                   se disipa. Los últimos días habían estado marcados por una profunda
                   decepción y sufrimiento. Sus esperanzas se habían roto en mil pedazos,
                   como una botella de vidrio arrojada contra la pared. Los discípulos se
                   habían aislado en el Aposento Alto, como en una cuarentena autoim-
                   puesta, llenos de miedo y sin certeza sobre el futuro.
                      Piensa en María Magdalena acercándose a la tumba. La muerte
                   de Cristo había destrozado sus sueños. ¿Qué pensamientos cruzaban
                   por su mente? Ella debió de haberse preguntado cómo encontrarle
                   sentido a los acontecimientos de los últimos días. Debió de haber
                   estado confundida, perpleja y conmocionada por todo lo que había
                   sucedido en las últimas 48 horas. Aun así, dio un paso de fe y fue a
                   embalsamar su cuerpo.
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