Page 31 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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El descubrimiento de la vacuna definitiva 27
dominio del pecado en nuestra vida se ha roto. Ya no nos tiene en sus
garras. Hay un poder más fuerte que la influencia de nuestra herencia, el
entorno en el que vivimos o los errores del pasado. Se trata del poder del
Cristo viviente, quien resucitó de los muertos para transformar nuestra
vida. Si la tumba de Cristo no estuviera vacía, nuestras vidas no podrían
llenarse. Si su cuerpo todavía estuviera en la tumba, no habría certeza de
que nuestro cuerpo algún día también saldrá de la tumba. Si no hubiera
resucitado, no tendríamos ninguna esperanza de resurrección.
En el Evangelio de San Mateo, leemos:
Al día siguiente, que era el día de descanso, los princi-
pales sacerdotes y los fariseos fueron a ver a Pilato. Le dije-
ron: “Señor, recordamos lo que dijo una vez ese mentiroso
cuando todavía estaba con vida: ‘Luego de tres días resu-
citaré de los muertos’. Por lo tanto, le pedimos que selle la
tumba hasta el tercer día. Eso impedirá que sus discípulos
vayan y roben su cuerpo, y luego le digan a todo el mundo
que él resucitó de los muertos. Si eso sucede, estaremos
peor que al principio. Pilato les respondió: “Tomen guar-
dias y aseguren la tumba lo mejor que puedan”. Entonces
ellos sellaron la tumba y pusieron guardias para que la pro-
tegieran (S. Mateo 27:62-66).
No olvides que Mateo era un recaudador de impuestos; es decir,
se esperaba que fuera muy detallista. Observa las palabras de Pilato:
“Tomen guardias y aseguren la tumba lo mejor que puedan”. Hay cuatro
puntos cruciales en este pasaje.
1) Los escribas y los fariseos estaban preocupados por la resurrec-
ción de Cristo.
2) Pilato ordenó un destacamento de guardias romanos para prote-
ger la tumba.
3) Se colocó una piedra grande que cubría la entrada.
4) Un sello romano selló la tumba.
Se colocó un destacamento romano de soldados experimentados
para proteger la tumba. Este grupo de oficiales romanos tenía el hon-
roso deber de proteger el sepulcro. El protocolo militar romano reque-
ría fidelidad a la misión. Cualquier desviación de la lealtad absoluta y
el incumplimiento de la tarea asignada eran castigados con la muerte.