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como un agricultor que esparce semilla en la tierra. Día y noche, sea que
él esté dormido o despierto, la semilla brota y crece, pero él no entiende
cómo sucede” (S. Marcos 4:26, 27).
A algunos les puede parecer que la Palabra de Dios ha quedado se-
pultada en algún rincón de la mente. Puede parecer cubierta bajo la tie-
rra del pecado; pero, si se cultiva, brotará a una nueva vida. Cambiará
radicalmente nuestras actitudes, nuestras conversaciones y nuestro es-
tilo de vida. La semilla da vida. Quizá no veamos crecer la semilla, pero
crece en nuestra mente para producir resultados que dan vida.
La Biblia también usa el término “pan” para describir la Palabra de
Dios. Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (S. Juan 6:35). Añadió: “La gente
no vive solo de pan, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios” (S.
Mateo 4:4). El pan era el puntal de la vida en todo el mundo antiguo y es
un alimento presente en todas las culturas. Es uno de los elementos fun-
damentales en la alimentación. Una persona puede sobrevivir durante
mucho tiempo solo con pan y agua. Al usar la ilustración del pan, Jesús
declara que es esencial para la vida.
El poder de la Biblia para transformar vidas
El mayor testimonio de la inspiración de la Biblia es su capacidad,
por el poder del Espíritu Santo, de transformar vidas por completo.
Permíteme compartir contigo la historia de Chen. Como ateo, creía que
los cristianos no eran más que campesinos ignorantes, incultos y sin
opinión propia.
Un día en 1992, Chen regresó a su casa de vacaciones después de un
período de servicio militar y descubrió que su esposa se había conver-
tido en adventista del séptimo día. Entre 1991 y 1993, hubo un reaviva-
miento provocado por el Espíritu Santo en el noreste de China. En una
ciudad, se bautizaron entre dos mil y tres mil personas al año. Cuando
Chen se enteró de que su esposa era cristiana y creía en la Biblia, se puso
furioso. Su ira se desbordó. Le gritó, la amenazó y la intimidó.
Luego, la esposa contrajo una infección ocular grave y tuvo que so-
meterse a una cirugía. Él se sentaba a su lado en la cama del hospital
durante horas todos los días. Cuando comenzó a recuperarse, comenzó
a leer la Biblia con su ojo bueno, cubriendo el otro. El médico le sugi-
rió que descansara ambos ojos, pero la mujer sentía que necesitaba la