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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  que investigar un poco más lo que haya de verdad en ello. Cuando consi-
                  deramos las demandas de reconstrucción social que más apremiantemente
                  se solicitan, resulta que son casi todas de carácter económico. Hemos visto
                  ya que la «reinterpretación en términos económicos» de los ideales polí-
                  ticos del pasado, a saber, la libertad, la igualdad y la seguridad, es una de
                  las principales demandas planteadas por quienes, a la vez, proclaman el
                  final del hombre económico. Tampoco puede dudarse mucho que en sus
                  creencias y aspiraciones los hombres se gobiernan hoy más que nunca por
                  doctrinas económicas, por la idea, cuidadosamente fomentada, de la irra-
                  cionalidad de nuestro sistema económico, por las falsas afirmaciones acerca
                  de la «plétora potencial», por pseudoteorías acerca de la inevitable tenden-
                  cia hacia el monopolio y por las impresiones, nacidas de algunos aconte-
                  cimientos muy difundidos, tales como la destrucción de las existencias de
                  materias primas o la supresión temporal de inventos, condenando a la libre
                  competencia como causante de todo ello, aunque son precisamente estas
                  cosas las que no pueden suceder bajo la libre competencia y sólo son po-
                  sibles en el monopolio y, generalmente, en el monopolio favorecido por
                  el Estado. 3
                     En un sentido diferente, empero, es cierto sin duda que nuestra genera-
                  ción está menos dispuesta a obedecer a consideraciones económicas que lo
                  estuvieron sus predecesoras. Se muestra decididamente más reacia a sacri-
                  ficar a lo que se llaman argumentos económicos cualquiera de sus deman-
                  das, se impacienta y opone ante cualquier restricción de sus ambiciones in-
                  mediatas y no está dispuesta a doblegarse ante las necesidades económicas.


                  entre los estados totalitarios y las democracias occidentales, y recomendaba que éstas últimas crea-
                  sen sus propias sociedades no económicas que conservasen la búsqueda de la libertad y de la igual-
                  dad de los individuos. —Ed.]
                     3. El uso frecuente que, como argumento contra la libre competencia, se hace de la ocasional des-
                  trucción de trigo, café y otras materias primas es un buen ejemplo de la deshonestidad intelectual
                  contenida en mucha parte de este argumento,pues un poco de reflexión mostraría que en un mercado
                  en régimen de libre competencia nadie que poseyese tales stocks ganaría con su destrucción. El caso
                  de la supuesta exclusión de patentes útiles es más complicado y no puede discutirse adecuadamente
                  en una nota; pero las condiciones en que sería ventajoso congelar una patente que el interés social
                  aconsejaría utilizar inmediatamente son tan excepcionales, que surgen muchas dudas acerca de si se
                  han producido en algún caso importante.

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