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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                     Fue la sumisión de los hombres a las fuerzas impersonales del mercado
                  lo que en el pasado hizo posible el desarrollo de una civilización que de otra
                  forma no se habría alcanzado.Sometiéndonos así,hemos contribuido día tras
                  día a construir algo que es más grande de lo que cualquiera de nosotros puede
                  comprender plenamente. No importa que en el pasado lo que hicieron los
                  hombres fue someterse a creencias que algunos consideran hoy como supersti-
                  ciones: a un religioso espíritu de humildad o a un exagerado respeto por las
                  toscas enseñanzas de los primeros economistas. Lo decisivo está en que es
                  infinitamente más difícil comprender racionalmente la necesidad de some-
                  terse a fuerzas cuya acción no podemos seguir en su detalle, que acatarlas
                  por el humilde temor que la religión, o incluso el respeto hacia las doctrinas
                  de la economía,inspiren.Aun simplemente para mantener nuestra compleja
                  civilización presente, sería necesario que todos los seres humanos estuvie-
                  sen dotados de una inteligencia infinitamente superior a la que ahora poseen,
                  si nadie hubiese de hacer cosas cuya necesidad no se le alcanzase. La nega-
                  tiva a someternos a fuerzas que ni entendemos ni podemos reconocer como
                  decisiones conscientes de un ser inteligente es el producto de un incompleto
                  y,por tanto,erróneo racionalismo.Es incompleto porque no acierta a compren-
                  der que la coordinación de los variados esfuerzos individuales en una socie-
                  dad compleja tiene que tener en cuenta hechos que ningún individuo pue-
                  de dominar totalmente.Y no acierta a ver que, si no ha de ser destruida esta
                  compleja sociedad, la única alternativa al sometimiento a las fuerzas imper-
                  sonales y aparentemente irracionales del mercado es la sumisión a un poder
                  igualmente irrefrenable y,por consiguiente,arbitrario,de otros hombres.En
                  su ansiedad por escapar a las enojosas restricciones que siente ahora,el hom-
                  bre no advierte que las nuevas prohibiciones autoritarias que habrían de im-
                  ponerse deliberadamente en lugar de aquéllas serían aún más penosas.
                     Quienes arguyen que hemos aprendido a dominar hasta un grado asom-
                  broso las fuerzas de la Naturaleza, pero que estamos lastimosamente atra-
                  sados en el uso eficaz de las posibilidades de colaboración social, tienen toda
                  la razón en cuanto a lo que esta afirmación dice. Pero se equivocan cuando
                  llevan la comparación más allá y argumentan que debemos aprender a
                  dominar las fuerzas de la Sociedad de la misma manera que lo hemos hecho
                  con las fuerzas de la Naturaleza. Eso no es sólo el camino del totalitarismo,
                  sino el de la ruina de nuestra civilización y una vía cierta para impedir todo

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