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CAMINO DE SERVIDUMBRE
contentemos con no consumir entre tanto más de lo que es posible sin per-
judicar a la tarea de la reconstrucción, que unas esperanzas exageradas no
creen mayores e irresistibles pretensiones y que consideremos más impor-
tante usar nuestros recursos de la mejor manera y para los fines que mejor
puedan contribuir a nuestro bienestar que utilizarlos todos,pero de cualquier
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manera. Quizá no sea menos importante evitar que los intentos precipi-
tados de remediar la pobreza por una redistribución, en lugar de hacerlo por
un incremento de nuestro ingreso,empobrezcan a amplias capas sociales hasta
convertirlas en enemigos decididos del orden político existente. No se debe
olvidar nunca que un factor decisivo en el desarrollo del totalitarismo en el
continente europeo,que hasta ahora no ha aparecido en Inglaterra,fue la exis-
tencia de una extensa clase media recientemente desposeída.
Nuestras esperanzas de evitar el destino que nos amenaza tienen cierta-
mente que descansar en gran parte sobre la idea de que podemos reanudar
un rápido progreso económico,el cual,por bajo que pueda ser nuestro punto
de partida,continuará elevándonos.Y la principal condición para este progreso
es que todos debemos estar dispuestos a adaptarnos rápidamente a un mundo
muy cambiado, que no debe permitirse que el respeto al nivel habitual de
grupos particulares obstruya esta adaptación,y que debemos aprender a diri-
gir otra vez todos nuestros recursos a donde mejor contribuyan a que todos
seamos más ricos. Los ajustes que necesitaremos para recobrar y sobrepasar
nuestros antiguos niveles de vida serán mayores que cualesquiera otros rea-
lizados en el pasado, y sólo si cada uno de nosotros está dispuesto indivi-
dualmente a obedecer a las necesidades de este reajuste, seremos capaces de
atravesar un periodo difícil como hombres libres que puedan elegir su propia
forma de vida.Asegúrese por cualquier medio un mínimo uniforme a todos;
pero a la vez admitamos que con esta seguridad de un mínimo básico tienen
4. Quizá sea este el lugar para subrayar que,por grande que pueda ser nuestro deseo de un rápido
retorno a una economía libre, esto no puede llevarnos a suprimir de un plumazo la mayoría de las
restricciones de guerra. Nada desacreditaría más al sistema de libre empresa que la aguda, aunque
probablemente breve, dislocación e inestabilidad que semejante intento provocaría. El problema está
en saber hacia qué tipo de sistema debemos apuntar durante el proceso de desmovilización, y no en
si debe transformarse el sistema de guerra en una organización más permanente mediante una polí-
tica cuidadosamente pensada de gradual aflojamiento de los controles, que puede tener que exten-
derse a varios años.
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