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CONDICIONES MATERIALES Y FINES IDEALES

               puede ser sino antimoral en sus efectos, por elevados que sean los ideales a
               los que deba su nacimiento. ¿Puede dudarse que el sentimiento de la perso-
               nal obligación en el remedio de las desigualdades,hasta donde nuestro poder
               individual lo permita,ha sido debilitado más que forzado? ¿Que tanto la volun-
               tad para sostener la responsabilidad como la conciencia de que es nuestro
               deber individual saber elegir han sido perceptiblemente dañadas? Hay la
               mayor diferencia entre solicitar que las autoridades establezcan una si-
               tuación deseable,o incluso someterse voluntariamente con tal que todos estén
               conformes en hacer lo mismo, y estar dispuesto a hacer lo que uno mismo
               piensa que es justo,sacrificando sus propios deseos y quizá frente a una opinión
               pública hostil.Mucho es lo que sugiere que nos hemos hecho realmente más
               tolerantes hacia los abusos particulares y mucho más indiferentes a las
               desigualdades en los casos individuales desde que hemos puesto la mirada
               en un sistema enteramente diferente,en el que el Estado lo enmendará todo.
               Hasta puede ocurrir, como se ha sugerido, que la pasión por la acción colec-
               tiva sea una manera de entregarnos todos,ahora sin remordimiento,a aquel
               egoísmo que, como individuos, habíamos aprendido a refrenar un poco.
                  Lo cierto es que las virtudes menos estimadas y practicadas ahora —inde-
               pendencia,autoconfianza y voluntad para soportar riesgos,ánimo para man-
               tener las convicciones propias frente a una mayoría y disposición para coope-
               rar voluntariamente con el prójimo— son esencialmente aquellas sobre las
               que descansa el funcionamiento de una sociedad individualista.El colectivismo
               no tiene nada que poner en su lugar,y en la medida en que ya las ha destruido
               ha dejado un vacío que no llena sino con la petición de obediencia y la coac-
               ción del individuo para que realice lo que colectivamente se ha decidido tener
               por bueno. La elección periódica de representantes, a la cual tiende a redu-
               cirse cada vez más la opción moral del individuo, no es una oportunidad para
               contrastar sus normas morales, o para reafirmar y probar constantemente
               su ordenación de los valores y atestiguar la sinceridad de su profesión de fe
               mediante el sacrificio de los valores que coloca por debajo en favor de los que
               sitúa más altos.


               en condiciones muy tolerables».¿Es extraño que el autor descubra que Hitler «se ha encontrado por casua-
               lidad (o por fuerza) con algo, o quizá, se diría, con un aspecto particular de lo que, en última instancia,
               necesita la Humanidad»? (Sir Richard Acland, Bt., The Forward March, 1941, pp. 127, 126, 135 y 32).

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