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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  de que podemos ofrecerles una alternativa real a la vía que han seguido, no
                  será mediante concesiones a su sistema de ideas. No debemos desilusionar-
                  los con una añeja reproducción de las ideas de sus padres, tomadas de ellos
                  en préstamo; sea el socialismo de Estado, la «Realpolitik», la planificación
                  «científica» o el corporativismo. No los persuadiremos siguiéndolos hasta
                  la mitad del camino que conduce al totalitarismo.Si los mismos ingleses aban-
                  donan el ideal supremo de la libertad y la felicidad del individuo; si implí-
                  citamente admiten que no vale la pena conservar su civilización y no se les
                  ocurre nada mejor que seguir la senda por la que han marchado los alema-
                  nes, nada tienen que ofrecer. Para los alemanes, todo esto es simplemente
                  un tardío reconocimiento de que los ingleses han equivocado por completo
                  el camino y que son ellos, los alemanes, quienes marchan hacia un mundo
                  nuevo y mejor,por espantoso que pueda ser el periodo de transición.Los ale-
                  manes saben que sus propios ideales actuales y lo que ellos consideran to-
                  davía como la tradición británica son criterios de vida fundamentalmente
                  opuestos e irreconciliables. Puede convencérseles de que el camino que eli-
                  gieron era equivocado; pero jamás les convencerá nadie de que los ingleses
                  serán mejores guías para la senda alemana.
                     Menos que a nadie atraerá este tipo de propaganda a aquellos alemanes
                  con cuya ayuda debemos contar en última instancia para reconstruir Europa,
                  por ser sus valores los más próximos a los nuestros. Porque la experiencia
                  los ha hecho más prudentes y pesimistas; han aprendido que ni las buenas
                  intenciones ni la organización eficiente pueden mantener el honor en un
                  sistema donde se han destruido la libertad y la responsabilidad individuales.
                  Lo que el alemán y el italiano que han aprendido la lección necesitan ante
                  todo es protección contra el Estado monstruo; no grandiosos proyectos de
                  organización en una escala colosal,sino oportunidad pacífica y libre para cons-
                  truir una vez más su propio mundo en torno. Si podemos esperar el apoyo
                  de algunos ciudadanos de los países enemigos, no es porque ellos crean que
                  ser mandados por los británicos es preferible a ser mandados por los prusia-
                  nos,sino porque creen que en un mundo donde los ideales británicos han triun-
                  fado serán menos mandados y se les dejará más en paz para conseguir sus
                  propios designios.
                     Si hemos de alcanzar la victoria en la guerra de ideologías y atraernos los
                  elementos honrados de los países enemigos, tenemos ante todo que recobrar

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