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CAMINO DE SERVIDUMBRE
adecuada a su interés inmediato, por dañosa que pueda ser para los demás.
En realidad, muchas formas de planificación económica sólo son practica-
bles si la autoridad planificadora puede eficazmente cerrar la entrada a todas
las influencias extrañas; así, el resultado de esta planificación es inevitable-
mente la acumulación de restricciones a los movimientos de personas y bienes.
Menos obvios,pero no menos reales,son los peligros que para la paz surgen
de la solidaridad económica artificialmente reforzada entre todos los habi-
tantes de un país cualquiera, y de los nuevos bloques de intereses opuestos
creados por la planificación a escala nacional. No es ni necesario ni desea-
ble que las fronteras nacionales marquen agudas diferencias en el nivel de
vida,o que los miembros de una colectividad nacional se consideren con dere-
cho a una participación muy diferente en la tarta que la que les ha corres-
pondido a los miembros de otras colectividades.Si los recursos de cada nación
son considerados como propiedad exclusiva del conjunto de ésta; si las rela-
ciones económicas internacionales, de ser relaciones entre individuos pasan
cada vez más a ser relaciones entre naciones enteras,organizadas como cuer-
pos comerciales, inevitablemente darán lugar a fricciones y envidias entre
los países. Una de las más fatales ilusiones es la de creer que con sustituir
la lucha por los mercados o la adquisición de materias primas por nego-
ciaciones entre Estados o grupos organizados se reduciría la fricción inter-
nacional. Pero esto no haría sino sustituir por un conflicto de fuerza lo que
sólo metafóricamente puede llamarse la «lucha» de competencia, y trans-
feriría a Estados poderosos y armados,no sujetos a una ley superior,las riva-
lidades que entre individuos tienen que decidirse sin recurrir a la fuerza.Las
transacciones económicas entre organismos nacionales, que son a la vez los
jueces supremos de su propia conducta, que no se someten a una ley supe-
rior y cuyos representantes no pueden verse atados por otras consideracio-
nes que el interés inmediato de sus respectivos países, han de terminar en
conflictos de fuerza. 2
Si no hiciéramos de la victoria otro uso mejor que el impulso de las tenden-
cias existentes en este campo, demasiado visibles antes de 1939, podríamos
2. Sobre todos estos y los puntos siguientes, que aquí sólo podemos tocar de manera sucinta,
véase el libro del profesor Lionel Robbins, Economic Planning and International Order (Londres:
Macmillan, 1937), passim.
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