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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  cosa natural personas honestas que ignoraban por completo la enormidad
                  moral implícita en el empleo de la fuerza para estos fines. 5


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                     Quizá el más poderoso agente causal de la creencia en que es posible la
                  dirección centralizada única de la vida económica de muchos pueblos dife-
                  rentes, por medios democráticos, sea la fatal ilusión de creer que si las deci-
                  siones se entregaran al «pueblo»,la comunidad de intereses de las clases tra-
                  bajadoras superaría fácilmente las diferencias que existen entre las clases
                  dirigentes. Hay sobrados motivos para esperar que, con una planificación
                  mundial, la pugna de intereses que suscita ahora la política económica de
                  cualquier nación adoptaría de hecho la forma de una lucha de intereses aún
                  más violenta entre pueblos enteros, que sólo podría decidirse por la fuerza.
                  Sobre las cuestiones en que tendría que decidir una autoridad planificadora
                  internacional, habría, inevitablemente, tanto conflicto entre los intereses y
                  opiniones de las clases trabajadoras de los diferentes países como entre las
                  diferentes clases sociales de un país cualquiera, y aun habría entre aquéllas
                  menos base de común acuerdo para un arreglo equitativo. Para el trabajador
                  de un país pobre, la demanda de protección contra la competencia del sala-
                  rio bajo formulada por su colega de un país más afortunado, mediante una
                  legislación de salario mínimo, protección que se afirma corresponder al in-
                  terés del pobre, no es, frecuentemente, más que un medio de privar a éste
                  de la única posibilidad de mejorar sus condiciones, superando las desventa-
                  jas naturales con jornales inferiores a los de sus compañeros de otros países.



                     5. Si todavía hay alguien que no ve las dificultades o abriga la creencia de que con algo de buena
                  voluntad podrían dominarse todas ellas, le convendrá tratar de representarse las consecuencias de
                  una dirección centralizada de la actividad económica aplicada a escala mundial. ¿Es muy dudoso que
                  ello significaría un esfuerzo más o menos consciente para asegurar el dominio del hombre blanco,
                  y que así sería considerado rectamente por todas las demás razas? Mientras yo no encuentre una
                  persona normal que crea seriamente en la sumisión voluntaria de las razas europeas para que su
                  nivel de vida y su grado de progreso fuesen determinados por un Parlamento mundial, seguiré consi-
                  derando absurdos esos planes. Pero esto no impide, desgraciadamente, que se propugnen en serio
                  medidas particulares que sólo podrían justificarse si el principio de la dirección mundial fuese un
                  ideal asequible.

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