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LAS PERSPECTIVAS DE UN ORDEN INTERNACIONAL
si el de los mineros checos o el de los húngaros debería aproximarse más de
prisa a los niveles occidentales. No se necesita mucho conocimiento de la
naturaleza humana y sólo, ciertamente, una ligera información sobre los
pueblos de Europa Central para comprender que,cualquiera que fuese la de-
cisión impuesta, serían muchos, probablemente mayoría, los que conside-
rasen como una suprema injusticia el orden particular elegido, y su común
odio pronto se volvería contra la potencia que, por desinteresadamente que
fuese, estaba determinando su suerte.
Aunque, sin duda, hay muchas personas que creen honradamente que
si se les permitiera encargarse de la tarea serían capaces de resolver todos
estos problemas de un modo justo e imparcial, y que se sorprenderían de
verdad al descubrir sospechas y odios volviéndose contra ellas, éstas serían,
probablemente, las primeras en aplicar la fuerza cuando aquellos a quienes
se proponían beneficiar mostrasen resistencia,y las que actuarían con la mayor
dureza para obligar a la gente a hacer lo que se presuponía era su propio
interés. Lo que estos peligrosos idealistas no ven es que cuando asumir una
responsabilidad moral supone recurrir a la fuerza para hacer que los pro-
pios criterios morales prevalezcan sobre los dominantes en otros países, al
aceptar esta responsabilidad pueden colocarse en una situación que les im-
pida una actuación moral. Imponer semejante imposible tarea moral a las
naciones victoriosas es un seguro camino para corromperlas moralmente y
desacreditarlas.
Asistamos por todos los medios posibles a los pueblos más pobres,en sus
propios esfuerzos para rehacer sus vidas y elevar su nivel. Un organismo
internacional puede ser muy recto y contribuir enormemente a la prospe-
ridad económica si se limita a mantener el orden y a crear las condiciones
en que la gente pueda desarrollar su propia vida; pero es imposible que sea
recto o consienta a la gente vivir su propia vida si este organismo distribuye
las materias primas y asigna mercados, si todo esfuerzo espontáneo ha de
ser «aprobado» y nada puede hacerse sin la sanción de la autoridad central.
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Después de lo dicho en los primeros capítulos, apenas es necesario insis-
tir en que estas dificultades no pueden vencerse confiriendo a las diversas
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