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CAMINO DE SERVIDUMBRE
una nueva edición en Alemania que, de todos los países, podría ser el más
receptivo a este mensaje, tenga tanta influencia como la edición inicial tuvo
en los Estados Unidos y en el Reino Unido. La batalla por la libertad ha de
ser ganada una y otra vez. Los socialistas de todos los países a los que Hayek
dedicó su libro han de ser persuadidos de nuevo o derrotados si ellos y nosotros
debemos seguir siendo hombres libres.»
El penúltimo párrafo de mi introducción a la edición alemana es lo único
que no es del todo cierto hoy día. La caída del Muro de Berlín, el colapso del
comunismo tras su Telón de Acero,y el cambio de carácter de China han redu-
cido el número de los defensores del colectivismo de tipo marxista a una exigua
y resistente banda concentrada en las universidades occidentales. Hoy existe
un acuerdo amplio respecto a que el socialismo es un fracaso,y el capitalismo
un éxito. Con todo, la aparente conversión de la comunidad internacional a
lo que podría denominarse punto de vista hayekiano es decepcionante.
Mientras que el debate es sobre el mercado libre y la propiedad privada —y
es más respetable de lo que fue hace unos decenios defender un laissez-faire
casi total— el grueso de la comunidad intelectual favorece casi automática-
mente cualquier expansión del poder del gobierno,siempre que éste se anun-
cie como una forma de proteger a los individuos contra las malévolas gran-
des empresas, reduzca la pobreza, proteja el medio ambiente, o propugne la
«igualdad».El debate actual sobre un programa nacional de sanidad nos pro-
porciona un excelente ejemplo. Los intelectuales pueden haber aprendido la
letra pero no han acertado con el tono.
Dije al empezar que «de algún modo» el mensaje de este libro «es incluso
más importante en los Estados Unidos hoy de lo que fue cuando causó sen-
sación… hace medio siglo». La opinión intelectual de entonces era mucho
más hostil respecto a este tema de lo que es hoy. El Gobierno, en el periodo
de la segunda posguerra, era menos fuerte y menos intervencionista de lo
que es hoy. Los planes para la Gran Sociedad de Johnson, que incluían el
«Medicare» y el «Medicaid» y las leyes sobre «Clean Air» y «Americans
with Disabilities» de George H.W. Bush siguen adelante, dejando a un lado
las otras numerosas extensiones del gobierno que Reagan sólo fue capaz de
ralentizar, pero no de suprimir, en sus ocho años en el cargo. El gasto total
del gobierno —federal, estatal, y local— en los Estados Unidos subió del 25
por ciento de la renta nacional en 1950 a casi un 45 por ciento en 1993.
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