Page 33 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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se atreve a protestar. Estas medidas han desterrado y extirpado de la masonería todo
germen de protesta.
A pesar de que a los Gentiles predicamos el liberalismo, a nuestro pueblo y a nuestros
agentes los tenemos bajo una obediencia absoluta. Gracias a nuestra influencia, la
ejecución de las leyes de los Gentiles ha quedado reducida al mínimum. El prestigio de la
ley está minado por las interpretaciones liberales que nosotros hemos introducido. En las
causas y cuestiones políticas v de principios, los tribunales deciden como nosotros les
ordenamos; ven las cosas a la luz que nosotros les presentamos. Para todo esto nos
servimos, como intermediarios, de personas con las que nadie cree que tenemos nada de
común; nos servimos de la opinión, de la prensa y de otros medios.
Los senadores mismos y la administración superior aceptan ciegamente nuestros
consejos. La inteligencia netamente animal de los Gentiles es incapaz de análisis y
observación, y más todavía, de prever hasta dónde puede llegar una cierta manera de
presentar las cuestiones. En esta diferencia de aptitudes que hay entre nosotros y los
Gentiles para pensar, se puede ver claramente el sello de nuestra elección y la marca de
nuestra humanidad.
La inteligencia de los Gentiles es instintiva, animal. Ellos ven, mas no prevén ni inventan
(excepto cosas materiales). Por aquí se ve claramente que la naturaleza misma nos tiene
destinados a dirigir y gobernar el mundo. Llegado el tiempo que gobernemos
abiertamente y que mostremos al pueblo los beneficios de nuestro gobierno,
compraremos todas las legislaciones: nuestras leyes serán breves, claras, sólidas, sin
comentarios y tales que todos las pueden conocer. La nota sobresaliente de ellas será la
obediencia a las autoridades llevada a un grado sumo.
Entonces desaparecerán todos los abusos como consecuencia de la responsabilidad de
todos, hasta el último, ante la autoridad superior del representante del poder. Los abusos
de autoridad de los funcionarios inferiores serán castigados con tal severidad, que a nadie
le quedarán deseos de ensayar sus propias fuerzas.
Seguiremos con ojo vigilante cada acto de la administración de que depende el
mecanismo de la máquina de gobierno, pues el libertinaje en el gobierno produce el
libertinaje en todas las clases. Todo caso de ilegalidad y todo abuso será castigado de
manera ejemplar. El encubrimiento, la complicidad solidaria entre los funcionarios,
desaparecerán con los primeros ejemplos de un castigo riguroso.
El prestigio de nuestro gobierno exige castigos eficaces, es decir, crueles, por la menor
infracción de las leyes, pues toda infracción es un atentado al alto prestigio de la
autoridad. El que resulte condenado será indefectiblemente castigado por su delito; será
como el soldado caído en el campo de batalla gubernativo, por la autoridad, los principios
y las leyes que no toleran que los intereses privados especulen con los cargos públicos, ni
aun tratándose de los que guían el carro de la Sociedad.
Nuestros jueces sabrán que si buscan el elogio de una imprudente blandura, violan la ley
de la Justicia que ha sido instituida para ordenar a los hombres por medio del castigo de
los delitos, y no para que el juez haga ostentación de la bondad de su alma.