Page 34 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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Es  permitido  hacer  esas  manifestaciones  de  bondad  y  de  estas  cualidades  en  la  vida
              privada, pero no en el campo de la vida pública, que es como la base y fundamento de la
              educación de la vida humana. Nuestro personal judicial no prestará servicios pasados los
              cincuenta  años  de  edad,  pues  los  ancianos  son  más  obstinados  en  sostener  sus
              opiniones preconcebidas y están menos dispuestos a obedecer las nuevas ordenanzas, y
              en segundo lugar, porque esto nos permitirá más fácilmente renovar el personal, que así
              nos será más sumiso: quien quiera conservar su empleo, deberá obedecer ciegamente
              para merecer este favor.

              Generalmente,  nuestros  jueces  serán  escogidos  exclusivamente  por  nosotros  entre
              aquellos que comprendan que su papel es el de castigar y aplicar leyes; no el de hacer
              ostentación  de  liberalismo  con  detrimento  del  Estado,  como  lo  hacen  al  presente  los
              Gentiles.  Los  cambios  de  personal  servirán  también  para  afirmar  la  solidaridad  de  los
              colegas y los tendrán a todos más estrechamente ligados a los intereses del gobierno del
              que depende su suerte. La nueva generación de jueces será educada de tal manera que
              considerará  inadmisibles  los  abusos  que  puedan  atacar  el  orden  establecido  en  las
              relaciones de nuestros súbditos entre sí.

              Hoy,  los  jueces  Gentiles,  no  teniendo  una  idea  exacta  de  su  deber,  se  manifiestan
              indulgentes  con  todos  los  crímenes,  porque  los  actuales  gobernantes,  al  nombrar  para
              este cargo a los jueces, no tienen cuidado de inspirarles el sentimiento de ese deber y la
              conciencia de la labor que su cargo exige.

              Así como los animales hacen salir a su prole en busca de la presa, los Gentiles confían a
              sus  súbditos  estos  puestos  proporcionándoles  una  buena  renta,  sin  preocuparse  de
              hacerles  comprender  el  fin  para  que  tales  cargos  han  sido  establecidos.  Por  eso  los
              gobiernos  se  destruyen  a  sí  mismos  con  sus  propias  fuerzas  y  con  los  actos  de  su
              administración.  Saquemos,  pues, del resultado  ya  conocido  de  estos  actos  una  lección
              más para nuestro gobierno.

              Desterraremos el liberalismo de todos los cargos importantes de nuestra administración;
              de esto dependerá la educación de nuestros subordinados con relación al orden social. A
              esos  cargos  serán  admitidos  solamente  los  que  hayan  sido  educados  para  ellos  por
              nosotros. Se nos podrá objetar que el retiro de los funcionarios ocasionará fuertes gastos
              al Erario.  Respondemos  desde  luego  que  previamente  se  les proporcionará un  empleo
              particular  para  compensarlos  del  que  se  les  quita  en  la  administración  pública;  y  en
              segundo lugar, que estando en manos de nuestro gobierno todo el dinero del mundo, éste
              no teme los gastos excesivos.

              Nuestro absolutismo será consecuente en todo. Por esta razón nuestra poderosa voluntad
              será respetada y ejecutada sin objeción alguna siempre que ordenemos. No tendrá ella en
              cuenta  murmuraciones  ni  descontentos;  cualquier  rebeldía  será  reprimida  con  castigos
              ejemplares.  El  derecho  de  casación  quedará  abolido,  sin  que  nadie,  sino  nosotros,  los
              gobernantes, pueda recurrir a él, porque no debemos permitir que nazca en el pueblo la
              idea  de  que  haya  podido  dictarse  una  sentencia  injusta  por  jueces  que  han  sido
              nombrados por nosotros. Si algo de esto llegase alguna vez a suceder, nosotros mismos
              casaremos la sentencia; pero aplicando al mismo tiempo al juez un castigo tan ejemplar,
              por  no  haber  sabido  comprender  su  deber  y  su  cargo,  que  semejantes  casos  no  se
              repetirán.
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