Page 393 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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382 Parte Lll. — Textos: Mawaqui, 17, 18, 19
respeto reverencial de Dios, observancia escrupulosa de su ley, apro-
ximación a Dios, unión con El, familiaridad en su trato, confianza, pe-
tición de gracias y obtención...
[3.°.—UTILIDAD DE LA CIENCIA RELIGIOSA]
Ninguna de estas moradas del camino espiritual se alcanza, sino
después de haber adquirido la ciencia, la cual es doble: ciencia nor-
mativa y ciencia experimental. Es normativa el conocimiento racional o
teórico de todo lo que atañe a los dogmas y a la moral [19] ; pero de
esta ciencia no debe aprenderse más que la cantidad estrictamente in-
dispensable para la práctica. Es ciencia experimental el conocimiento
de los efectos o consecuencias que en el alma producen las prácticas
ascéticas y de sus misterios, por virtud de una luz que Dios comunica
a tu corazón, la cual te hace penetrar las íntimas esencias de las cosas,
los misterios de Dios en sus criaturas y los fines providenciales que
Dios se ha propuesto en toda la creación. Esto es lo que se llama cien-
cia de los estados místicos. Cuando el siervo de Dios se reviste de
una virtud o cualidad, siempre hay un indicio o síntoma que atestigua
si es auténtico o no el estado de alma propio de aquella cualidad o vir-
tud... Estos testigos de la verdad de los estados del alma son de dos
especies, según que existan en el sujeto mismo que pretende po-
seer el estado, o bien en otro sujeto, aunque coincidiendo con la pre-
tensión de aquél. No hay especie intermedia entre estas dos. A la es-
pecie primera pertenecen, por ejemplo, la palidez del rostro, síntoma
propio del miedo; el rubor, testigo característico de la vergüenza; la
paciencia y la resignación ante las desgracias decretadas por la Pro-
videncia divina, testigo que acredita la veracidad de quien pretende
haber llegado a la morada mística de la conformidad con Dios y del
absoluto abandono al curso de su omnipotencia. La especie segunda
de síntomas o testigos de la autenticidad de un pretendido estado con-
siste en que el sujeto que lo pretende demuestre que, en efecto, existe
en él tal estado, por medio de algo que existe realmente en otro sujeto.
Así, por ejemplo, cuando el sujeto cuenta o describe algún suceso con-