Page 149 - Confesiones de un ganster economico
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presidencia de Cárter.
Pese a su enfermedad, el sha se marchó de Estados Unidos forzado por la tremenda
presión de numerosos grupos comerciales y políticos estadounidenses. Desde el día de
su salida de Teherán había tenido muchas dificultades en hallar asilo, porque todos sus
amigos le volvieron la espalda. Pero el general Torrijos se mostró compasivo una vez
más y ofreció asilo en Panamá al sha, pese a desagradarle personalmente la política de
éste. El soberano llegó y halló refugio en el mismo complejo turístico donde se había
negociado no hacía mucho tiempo el nuevo Tratado del Canal.
Los mullahs musulmanes exigieron la devolución del sha a cambio de los rehenes
de la embajada. En Washington, los adversarios de la renegociación del tratado
acusaron a Torrijos de corrupción, de connivencia con el sha y de poner en peligro las
vidas de ciudadanos estadounidenses. Ellos también exigían que el monarca fuese
puesto en manos del ayatolá Jomeini. Irónicamente, sólo unas pocas semanas antes,
muchos de ellos figuraban entre los más sólidos apoyos del sha. El antaño tan orgulloso
Rey de Reyes regresó a Egipto, donde falleció del cáncer.
Se había realizado la predicción de Doc. MAIN y muchas de nuestras
competidoras perdieron millones de dólares en Irán. El presidente Cárter perdió toda
oportunidad de reelección y el tándem Reagan-Bush entró en Washington entre
promesas de liberar a los rehenes, derribar a los mullahs, devolver la democracia a Irán
y corregir la situación del Canal de Panamá.
Para mí las enseñanzas eran irrefutables. Irán ilustraba más allá de toda duda que
Estados Unidos era una nación dedicada a negar su verdadero papel en el mundo.
Parecía incomprensible que estuviéramos tan mal informados en lo tocante al sha y a
la oleada de cólera que iba a levantarse contra él. Ni siquiera supimos verlo nosotros,
los de las compañías que como MAIN teníamos despachos y personal en el país. Yo
albergaba la convicción de que tanto la NSA como la CÍA estaban al corriente de lo
que era obvio para Torrijos desde mucho antes, tal como él mismo me manifestó en
nuestra entrevista' de 1972. Pero nuestros servicios de información nos habían
alentado intencionadamente a permanecer ciegos y sordos ante ello.
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