Page 41 - Confesiones de un ganster economico
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originar sustanciosos beneficios para las contratistas y hacer muy feliz al puñado de
las familias más ricas e influyentes del país receptor. Al mismo tiempo, dicho país
quedaba sumido en la dependencia financiera por muchos años, y cautiva la voluntad
de sus dirigentes políticos. Y así en todo el mundo: cuanto más grandes los créditos,
mejor. La carga de la deuda privaría de atenciones sanitarias, educación y otros
beneficios sociales a los ciudadanos más pobres, también durante muchos años, pero
eso no se tomaba en consideración.
Claudine y yo discutimos con franqueza la naturaleza engañosa del PIB. Por
ejemplo, puede reflejarse un crecimiento del PIB incluso cuando éste aproveche a una
sola persona, como podría ser el caso del propietario único de la empresa
monopolizadora de un servicio público, y aunque la mayoría de la población quede
agobiada por el lastre de la deuda. Los ricos se vuelven cada vez más ricos, y los
pobres cada vez más pobres. Pero desde el punto de vista estadístico, el resultado
figura como un progreso económico.
Lo mismo que la ciudadanía estadounidense en general, muchos empleados de
MAIN creían que estábamos haciendo favores a los países donde se construían las
centrales eléctricas, las carreteras y los puertos. Nuestras escuelas y nuestros
periódicos nos han enseñado a percibir como actos de altruismo todo lo que hacemos.
En los años transcurridos he escuchado muchas veces comentarios como el siguiente:
«Puesto que no hacen más que salir a quemar nuestra bandera y a manifestarse delante
de nuestra embajada, ¿por qué no nos vamos de su condenado país y que se
revuelquen en su propia miseria?»
Las personas que dicen cosas así, muchas veces tienen diplomas que certifican su
excelente educación. Pero esas personas no tienen ni idea de que establecemos
embajadas en todos los países del mundo para servir a nuestros intereses. Y éstos,
durante la segunda mitad del siglo XX, se han concretado en la metamorfosis de la
república estadounidense en un imperio global. Pese a sus títulos, las personas
aludidas son tan ignorantes como aquellos colonizadores del siglo XVIII cuando
creían a pie juntillas que los indios que peleaban por defender sus tierras eran siervos
del Diablo.
Transcurridos algunos meses, yo viajaría a la isla de Java, perteneciente al Estado
indonesio y descrita en la época como la parcela más superpoblada del planeta. Dicho
sea de paso, Indonesia era país productor de petróleo, además de musulmán y
semillero de actividades comunistas.
«Es la ficha siguiente del dominó después de Vietnam. Es preciso que nos ganemos
a los indonesios. Si ellos también se unen al bloque
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