Page 52 - Confesiones de un ganster economico
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China!
Aquella noche, acostado en mi cama a muchos metros de altura sobre la ciudad,
entre la seguridad y el lujo de una suite de primera clase, evoqué la imagen de
Claudine. Me desvelaban sus discursos sobre la deuda externa. Intenté tranquilizarme
recordando mis cursos de teoría macroeconómica en la escuela de administración de
empresas. Al fin y al cabo, me decía, estoy aquí para ayudar a Indonesia, para que
salga de su economía medieval y pase a ocupar su lugar en el mundo industrial
moderno. Pero yo sabía que al amanecer, cuando echase la primera ojeada desde mi
ventana, más allá de la opulencia de los jardines del hotel y de las piscinas, podría ver
los barrios de barracas que se extendían alrededor, hasta muchos kilómetros de
distancia. No ignoraba que ahí fuera estaban muriendo muchos niños por falta de
alimento y de agua potable, y que tanto los menores como los adultos padecían
enfermedades horribles y soportaban condiciones de vida inhumanas.
Seguí dando vueltas en mi cama sin pegar ojo. Era innegable que tanto Charlie
como los demás miembros del equipo estábamos allí por motivos egoístas.
Promovíamos la política exterior de Estados Unidos y los intereses corporativos. Nos
impulsaba la codicia y no un supuesto deseo de mejorar las condiciones de vida de la
gran mayoría de los indonesios. Una palabra acudió a mi mente: la corporatocracia.
No consigo recordar si la había escuchado en alguna parte o la inventé yo mismo, pero
me pareció perfecta para describir la nueva clase dominante que se había metido entre
ceja y ceja el afán de dominar el planeta.
Era una cofradía de unos pocos, estrechamente unidos por unos objetivos comunes.
Los miembros de esa cofradía pasaban con facilidad de los consejos de administración
a los cargos públicos, y viceversa. Se me antojaba que el entonces presidente del
Banco Mundial, Robert McNamara, era el ejemplo perfecto. Había pasado de su
puesto de presidente de Ford Motor Company a la secretaría de Defensa con los
gabinetes de Kennedy y Johnson, y en aquellos momentos era la autoridad máxima de
la institución financiera más poderosa del mundo.
Comprendía también que mis profesores de la EADE no habían captado la
verdadera naturaleza de las magnitudes macroeconómicas. Que en muchos casos,
contribuir al crecimiento económico de un país sólo servía para enriquecer todavía
más a los que estaban en la cima de la pirámide, sin hacer nada por los de abajo
excepto empujarlos más abajo "todavía. En efecto, la promoción del capitalismo
muchas veces produce un sistema parecido a las sociedades feudales de la Edad
Media. Si alguno de mis profesores lo sabía, nunca nos lo contó, probablemente
porque las
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