Page 53 - Confesiones de un ganster economico
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grandes empresas y los hombres que las dirigen financian las universidades. Si
aquellos profesores nos hubieran enseñado la verdad, sin duda les habría costado el
empleo, lo mismo que podían costármelo a mí unas revelaciones por el estilo.
Esos pensamientos me hicieron pasar en vela todas las noches que estuve en el
Hotel Intercontinental Indonesia. En el fondo, no tenía más argumentos para mi
defensa que los de orden personal: había luchado mucho para escapar de aquel pueblo
de New Hampshire, de aquella escuela y del servicio militar. Mediante una
combinación de coincidencias y el trabajo asiduo, me había ganado una poltrona en la
buena vida. También me consolaba diciéndome que mi actuación era correcta según
las normas de mi propia cultura. Estaba en vías de convertirme en un analista
económico prestigioso y respetado. Hada lo que la escuela de administración de
empresas nos preparaba para hacer. Iba a implementar un modelo de desarrollo
sancionado por las mejores cabezas de los mejores equipos pensantes del mundo.
De madrugada, no obstante, me consolaba muchas veces con una promesa: que
algún día denunciaría la verdad. Después de esto me adormecía leyendo una novela de
Louis l'Amour sobre aventuras de pistoleros del viejo Oeste.
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