Page 77 - Confesiones de un ganster economico
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                                      Una oportunidad en la vida






                         L  a verdadera prueba de Indonesia me aguardaba en el cuartel general de
                            MAIN. Acudí al edificio Prudential Center a primera hora de la
                            mañana. Mientras esperaba el ascensor junto con docenas de empleados,
                         me enteré de que Mac Hall, el enigmático y octogenario presidente y consejero
                         delegado de MAIN, había nombrado a Einar presidente de la oficina de
                         Portíand (Qregón). En consecuencia, yo pasaba a rendir cuentas oficialmente a
                         Bruno Zambotti.
                            A Bruno le llamaban «el zorro plateado» por el color de sus cabellos y por
                         su prodigiosa habilidad para eliminar a cualquier rival que se atreviese a
                         desafiarle. De aspecto pulcro y atildado cual Cary Grant, tenía gran elocuencia
                         y dos títulos superiores en ingeniería y administración de empresas. Entendía de
                         cálculos econométricos y era vicepresidente de la división de generación
                         eléctrica de MAIN, con lo que recaía bajo su responsabilidad la mayor parte de
                         nuestros proyectos internacionales. Era también el candidato predestinado a
                         ocupar la presidencia de la corporación cuando se jubilase su anciano mentor
                         Jake Dauber. Como la mayoría de los empleados de MAIN, a Bruno Zambotti
                         yo le tenía pánico y un respeto reverencial.
                            Poco antes de la hora del almuerzo me llamó a su despacho. Después de un
                         cordial diálogo acerca de Indonesia me dijo una cosa que casi me hizo saltar
                         del asiento.
                            —Voy a despedir a Howard Parker. No es necesario entrar en detalles,
                         excepto que ese hombre ha perdido el sentido de la realidad. —Sonreía con
                         desconcertante satisfacción, sin embargo, mientras repicaba con el índice en un
                         montón de papeles que tenía sobre el escritorio —. El ocho por ciento anual,
                         ¡figúrate! Ésa ha sido su previsión de carga. ¡Para un país con el potencial de
                         Indonesia!
                            La sonrisa se desvaneció mientras me miraba a los ojos.
                            — Charlie Illingworth me ha dicho que tu proyección económica

























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