Page 78 - Confesiones de un ganster economico
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                          cumple los objetivos y justificará un crecimiento de la carga entre el diecisiete y
                          el veinte por ciento. ¿Es cierto eso?
                            Le aseguré que lo era.
                            El se puso en pie y me tendió la mano.
                             —Te felicito. Acabas de ganar un ascenso.
                            Lo oportuno tal vez habría sido salir y celebrarlo en un buen restaurante con
                         los compañeros de MAIN... o siquiera fuese a solas. Pero yo sólo pensaba en
                         Claudine. Me moría de ganas de contarle lo del ascenso así como todas mis
                         aventuras en Indonesia. Ella me había advertido que nunca la llamase desde el
                         extranjero, y yo me había abstenido de hacerlo. Con no poca contrariedad por mi
                         parte, ahora descubría que su teléfono estaba desconectado y sin ningún mensaje
                         de continuidad que indicase un nuevo número. Salí a buscarla.
                            Su apartamento estaba ocupado por una pareja joven. Aunque era mediodía,
                         me pareció que los había sacado de la cama. Visiblemente molestos, dijeron no
                         saber nada de Claudine. Fui a hablar con la agencia inmobiliaria haciéndome pasar
                         por un primo de ella. Según los archivos, el apartamento nunca estuvo alquilado a
                         nombre de ninguna Claudine. El inquilino anterior había sido un hombre que
                         prefirió mantenerse en el anonimato. Regresé al Prudential Center. En el
                         departamento de personal de MAIN tampoco constaba el nombre. Lo que sí
                         reconocieron fue que tenían un fichero de «asesores especiales», pero yo no estaba
                         autorizado a consultarlo.
                            Por la tarde me sentí agotado y emocionalmente exhausto. Para colmo,
                         empezaba a acusar los efectos de un fuerte jet lag. En mi solitario apartamento me
                         sentí desesperadamente abandonado. El ascenso no significaba ningún aliciente
                         para mí. Peor aún, lo que significaba era que yo estaba dispuesto a venderme.
                            Me arrojé sobre la cama, abrumado por la desesperación. Claudine me había
                         utilizado y luego se había deshecho de mí. Decidí silenciar mis emociones para no
                         permitir que se apoderase de mí la angustia. Tumbado en la cama me quedé
                         contemplando las paredes desnudas durante lo que me parecieron horas.
                            Al fin conseguí rehacerme. Poniéndome en pie, vacié de un trago una cerveza y
                         rompí la botella contra la mesa. A continuación me asomé afuera. Me pareció
                         verla que salía de una bocacalle lejana y caminaba hacia mí. Me precipité hacia la
                         puerta, pero enseguida regresé otra vez a la ventana para asegurarme. La mujer
                         estaba más cerca. Era atractiva y sus andares me recordaban los de Claudine, pero
                         no era ella. El corazón me




























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