Page 74 - Confesiones de un ganster economico
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                         a hacer algo decisivo para ayudar a los enfermos y los hambrientos del planeta,
                         pero yo estaba bastante seguro de que ése no solía ser el móvil principal de nuestra
                         intervención.
                            Con lo que retornábamos a la cuestión principal: si la finalidad de la ayuda
                         exterior era el imperialismo, ¿tan malo era eso? Con frecuencia envidiaba a
                         hombres como Charlie, tan convencidos de la bondad de nuestro sistema que
                         andaban empeñados en imponérselo al resto del mundo. Dada la limitación de los
                         recursos del planeta, me parecía dudoso que toda la población mundial pudiese
                         alcanzar el opulento nivel de vida de Estados Unidos. ¡Si incluso este país tiene a
                         millones de sus ciudadanos en condiciones de pobreza! Además, no quedaba del
                         todo claro para mí que las gentes de otras naciones quisieran realmente vivir como
                         nosotros. Nuestras estadísticas sobre violencia, depresiones, toxicomanías, divorcios
                         y delincuencia indicaban que pese a ser una de las sociedades más ricas de la
                         historia, tal vez éramos también una de las menos felices. ¿Para qué iban a desear
                         imitarnos las demás?
                            Tal vez Claudine me lo había advertido. Ya no estaba muy seguro de lo que ella
                         había tratado de explicarme. En cualquier caso, y discusiones intelectuales aparte,
                         para mí resultaba dolorosamente claro que mis días de inocencia habían terminado.
                         Escribí en mi diario:

                            ¿Se puede ser inocente en Estados Unidos? Es verdad que quienes ocupan la
                            cúspide de la pirámide económica cosechan grandes ganancias, pero millones
                            de nosotros, los demás, dependemos directa o indirectamente de la explotación
                            de los países menos desarrollados. Los recursos y la mano de obra barata que
                            utilizan casi todas nuestras empresas provienen de lugares como Indonesia, que
                            apenas reciben nada a cambio. Los créditos de la ayuda exterior son la garantía
                            de que sus hijos y nietos seguirán siendo rehenes nuestros. Tendrán que permitir
                            el saqueo de sus recursos naturales por nuestras empresas y seguirán privándose
                            de educación, sanidad y demás servicios sociales, simplemente para pagarnos la
                            deuda. En esa fórmula no interviene el hecho de que nuestras compañías hayan
                            recibido ya la mayor parte del pago por la construcción de esas centrales
                            generadoras, esos aeropuertos y esos complejos industriales. Que la mayoría de
                            los estadounidenses desconozcan estas realidades, ¿es excusa suficiente?
                            Desinformados y mal informados adrede, sí, pero... ¿inocentes?


                            Por supuesto, yo tenía que enfrentarme al hecho de ser uno de los dedicados
                         activamente a informar mal.

























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