Page 275 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         Y se sentó sobre el borde de su cama con la cabeza in
                  clinada hacia abajo; pero con los párpados alzados, para poder
                  ver a la dama en cuanto entrara en la habitación.
                         Por espacio de un momento estuve pensando que quizá
                  tuviera intenciones homicidas.
                         Recordaba lo tranquilo que había estado poco antes de
                  atacarme en mi propio estudio, y me mantuve en un lugar tal que
                  pudiera sujetarlo inmediatamente si intentaba saltar sobre ella.
                         La señora Harker entró en la habitación con una gracia
                  natural que hubiera hecho que fuera respetada inmediatamente
                  por cualquier lunático..., ya que la desenvoltura y la gracia son
                  las cualidades que más respetan los locos. Se dirigió hacia él,
                  sonriendo agradablemente, y le tendió la mano.
                         —Buenas tardes, señor Renfield —le dijo—. Como usted
                  puede ver, lo conozco. El doctor Seward me ha hablado de us
                  ted.
                         El alienado no respondió enseguida, sino que la examinó
                  con el ceño fruncido.
                         Su expresión cambió, su rostro reflejó el asombro y, lue
                  go, la duda; luego, con profunda sorpresa de mi parte, le oí de
                  cir:
                         —No es usted la mujer con la que el doctor deseaba ca
                  sarse, ¿verdad? No puede usted serlo, puesto que está muerta.
                         La señora Harker sonrió dulcemente, al tiempo que res
                  pondía:
                         —¡Oh, no! Tengo ya un esposo, con el que estoy casada
                  desde mucho antes de conocer siquiera al doctor Seward. Soy la
                  señora Harker.
                         —Entonces, ¿qué está usted haciendo aquí?
                         —Mi esposo y yo hemos venido a visitar al doctor Se
                  ward.
                         —Entonces no se quede.
                         —Pero, ¿por qué no?
                         Pensé que aquel estilo de conversación no podía ser
                  más agradable para la señora Harker que lo que lo era para mí.
                  Por consiguiente, intervine:




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