Page 276 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         —¿Cómo sabe usted que deseaba casarme?

                         Su respuesta fue profundamente desdeñosa y la dio en
                  una pausa en que apartó sus ojos de la señora Harker y posó su
                  mirada en mí, para volverla a fijar inmediatamente después en la
                  dama.
                         —¡Qué pregunta tan estúpida!
                         —Yo no lo creo así en absoluto, señor Renfield —le dijo
                  la señora Harker, defendiéndome.
                         Renfield le habló entonces con tanta cortesía y respeto
                  como desdén había mostrado hacia mí unos instantes antes.

                         —Estoy seguro de que usted comprenderá, señora Har
                  ker, que cuando un hombre es tan querido y honrado como
                  nuestro anfitrión, todo lo relativo a él resulta interesante en nues
                  tra pequeña comunidad. El doctor Seward es querido no sola
                  mente por sus servidores y sus amigos, sino también por sus
                  pacientes, que, puesto que muchos de ellos tienen cierto des
                  equilibrio mental, están en condiciones de distorsionar ciertas
                  causas y efectos. Puesto que yo mismo he sido un paciente de
                  un asilo de alienados, no puedo dejar de notar que las tenden
                  cias mitómanas de algunos de los asilados conducen hacia erro
                  res de non causa e ignoratio elenchi.
                         Abrí mucho los ojos ante ese desarrollo completamente
                  nuevo. Allí estaba el peor de todos mis lunáticos, el más afirma
                  do en su tipo que he encontrado en toda mi vida, hablando de
                  filosofía elemental, con los modales de un caballero refinado. Me
                  pregunté si sería la presencia de la señora Harker la que había
                  tocado alguna cuerda en su memoria. Si aquella nueva fase era
                  espontánea o debida a la influencia inconsciente dela señora, la
                  dama debía poseer algún don o poder extraño.
                         Continuamos hablando, durante un rato y, viendo que en
                  apariencia razonaba a la perfección, se aventuró, mirándome a
                  mí interrogadoramente al principio, llevándolo hacia su tema
                  favorito de conversación. Volví a asombrarme al ver que Ren
                  field enfocaba la cuestión con la imparcialidad característica de
                  una cordura absoluta; incluso se puso de ejemplo al mencionar
                  ciertas cosas.
                         —Bueno, yo mismo soy ejemplo de un hombre que tiene
                  una extraña creencia. En realidad, no es extraño que mis amigos
                  se alarmaran e insistieran en que debía ser controlado. Acos




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