Page 271 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  recibido una lección al tener que aceptar hechos que son sufi
                  cientes para hacer que un hombre se sienta triste hasta los últi
                  mos momentos de su vida. Además, sé que usted amaba a mi
                  pobre Lucy...
                         Al llegara este punto, se volvió y se cubrió el rostro con
                  las manos. Alcancé a percibir el llanto en el tono de su voz. El
                  señor Morris, con delicadeza instintiva, le puso una mano en el
                  hombro, durante un momento, y luego salió lentamente de la
                  habitación.
                         Supongo que hay algo en la naturaleza de una mujer
                  que hace que un hombre se sienta libre para desplomarse frente
                  a ella y expresar sus sentimientos emotivos o de ternura, sin
                  creer que sean humillantes para su virilidad; porque cuando lord
                  Godalming se vio solo conmigo, se sentó en el diván y dio rienda
                  suelta al llanto sincera y abiertamente.
                         Me senté a su lado y le tomé la mano. Espero que no
                  haya pensado que fuera un atrevimiento mío, y que si piensa en
                  ello después, nunca se le ocurrirá nada semejante.
                         Lo estoy denigrando un poco; sé que nunca lo hará... Es
                  demasiado caballeresco para eso. Comprendí que su corazón
                  estaba destrozado, y le dije:
                                                que
                         —Quería a Lucy y sé lo     ella representaba para us
                  ted, y lo que era usted para ella. Éramos como hermanas, y,
                  ahora que ella se ha ido, ¿no va a permitirme que sea como una
                  hermana para usted en medio de su dolor? Sé la tristeza que lo
                  ha embargado, aunque no puedo medir exactamente su profun
                  didad. Si la simpatía y la comprensión pueden ayudarlo a usted
                  en su aflicción, ¿no me permite que lo ayude..., por amor de
                  Lucy?

                         En un instante, el pobre hombre se encontró abrumado
                  por el dolor. Me pareció que todo lo que había tenido que sufrir
                  en silencio hasta entonces brotaba de golpe. Se puso fuera de sí
                  y, levantando las manos abiertas, hizo chocar las palmas, expre
                  sando la magnitud de su dolor. Se puso en pie y, un instante
                  después, volvió a tomar asiento y las lágrimas no cesaban de
                  correrle por las mejillas. Sentí una enorme lástima por él, y sin
                  pensarlo, abrí los brazos. Con un sollozo, apoyó su cabeza en
                  mi hombro y lloró como un niño cansado, al tiempo que tembla
                  ba de emoción.






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