Page 267 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         Creo que de no haber conversado antes con Harker y
                  haber leído las cartas y las fechas de sus ataques, me hubiera
                  sentido dispuesto a firmar su salida, al cabo de un corto tiempo
                  de observación. Tal y como están las cosas, sospecho de todo.
                  Todos esos ataques estaban ligados en cierto modo a la presen
                  cia del conde en las cercanías. ¿Qué significaba entonces aque
                  lla satisfacción absoluta? ¿Quiere decir que sus instintos están
                  satisfechos a causa del convencimiento del triunfo final del vam
                  piro? Es el mismo zoófago y en sus terribles furias, al exterior de
                  la puerta de la capilla de la casa, habla siempre del "amo". Todo
                  esto parece ser una confirmación de nuestra idea. Sin embargo,
                  al cabo de un momento, lo dejé; mi amigo estaba en esos instan
                  tes demasiado cuerdo para poder ponerlo a prueba seriamente
                  con preguntas. Puede comenzar a reflexionar y, entonces... Por
                  consiguiente, me alejé de él. Desconfío de esos momentos de
                  calma que tiene a veces, y le he dado al enfermero la orden de
                  que lo vigile estrechamente y que tenga lista una camisa de
                  fuerza para utilizarla en caso de necesidad.
                                 Del diario de Jonathan Harker

                         29 de septiembre, en el tren hacia Londres. Cuando re
                  cibí el amable mensaje del señor Billington, en el que me decía
                  que estaba dispuesto a facilitarme todos los informes que obra
                  ban en su poder, creí conveniente ir directamente a Whitby y
                  llevar a cabo, en el lugar mismo, todas las investigaciones que
                  deseaba. Mi objeto era el de seguir el horrible cargamento del
                  conde hasta su casa de Londres. Más tarde podríamos ocupar
                  nos de ello. El hijo de Billington, un joven muy agradable, fue a la
                  estación a recibirme y me condujo a casa de su padre, en donde
                  habían decidido que debería pasar la noche. Eran hospitalarios,
                  con la hospitalidad propia de Yorkshire: dando todo a los invita
                  dos y dejándolos en entera libertad para que hicieran lo que
                  deseaban. Sabían que tenía mucho quehacer y que mi estancia
                  iba a ser muy corta, y el señor Billington tenía preparados en su
                  oficina todos los documentos relativos a la consignación de las
                  cajas.

                         Me llevé una fuerte impresión al volver a ver una de las
                  cartas que había visto sobre la mesa del conde, antes de tener
                  conocimiento de sus planes diabólicos. Todo había sido pensado
                  cuidadosamente y ejecutado sistemáticamente y con precisión.
                  Parecía haber estado preparado para vencer cualquier obstáculo
                  que pudiera surgir por accidente para impedir que se llevaran a




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