Page 264 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
Me miró de modo tan suplicante, y al mismo tiempo ma
nifestando tanto valor y resolución en su actitud, que cedí inme
diatamente ante sus deseos.
—Haga usted lo que mejor le parezca con respecto a es
te asunto —le dije —. ¡Que Dios me perdone si hago mal! Hay
aún cosas terribles que va a conocer; pero si ha recorrido ya
tanto trecho en lo referente a la muerte de la pobre Lucy, no se
contentará, lo sé, permaneciendo en la ignorancia. No, el fin
mismo podrá darle a usted un poco de paz. Venga, la cena está
servida. Debemos fortalecernos para soportar lo que nos espera;
tenemos ante nosotros una tarea cruel y peligrosa. Cuando haya
cenado podrá conocer todo el resto y responderé a todas las
preguntas que usted quiera hacerme..., en el caso de que haya
algo que no comprenda; aunque estaba claro para todos los que
estábamos presentes.
Del diario de Mina Harker
29 de septiembre. Después de cenar, acompañé al doc
tor Seward a su estudio.
Llevó el fonógrafo de mi salita y yo tomé mi máquina de
escribir. Hizo que me instalara en un asiento cómodo y colocó el
fonógrafo de tal modo que pudiera manejarlo sin necesidad de
levantarme, y me mostró como detenerlo, en el caso de que
deseara hacer una pausa. Entonces, muy preocupado, tomó
asiento de espaldas a mí, para que me sintiera con mayor liber
tad, y comenzó a leer. Yo me coloqué en los oídos el casco, y
escuché.
Cuando conocí la terrible historia de la muerte de Lucy y
de todo lo que siguió, permanecí reclinada en mi asiento, como
paralizada, absolutamente sin fuerzas.
Afortunadamente no soy dada a desmayarme. En cuanto
el doctor Seward me vio, se puso en pie de un salto, con expre
sión horrorizada, y apresurándose a sacar de una alacena una
botella me dio una copita de brandy, que, en unos minutos, me
devolvió las fuerzas. Mi cerebro era un verdadero caos, y sola
mente entre todos los horrores surgía un ligero rayo de luz al
saber que mi pobre y querida Lucy estaba finalmente en paz. De
no ser por eso, no creo haber podido tolerarlo sin hacer una
escena. Era todo tan salvaje, misterioso y extraño, que si no
hubiera conocido la experiencia de Jonathan en Transilvania, no
hubiera podido creerlo. En realidad, no sabía qué creer y procuré
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