Page 272 - Drácula
P. 272

Drácula de Bram Stoker


                         Nosotras, las mujeres, tenemos algo de madres que nos
                  hace elevarnos sobre las cosas menos importantes cuando se
                  invoca la maternidad; sentí que aquella cabeza de hombre presa
                  del dolor reposaba sobre mí, como si fuera la del bebé que algún
                  día podré tener en el regazo, y le acaricié el pelo, como si se
                  tratara de mi hijo. En aquel momento no pensé en lo extraño que
                  era todo aquello.
                         Al cabo de un rato, sus sollozos cesaron y se irguió, ex
                  cusándose, aunque no trató de esconder su emoción. Me dijo
                  que durante muchos días y noches, días llenos de fatiga y no
                  ches sin sueño, se había sentido incapaz de hablar con nadie,
                  como debe hacerlo un hombre en momentos de aflicción como
                  aquellos. No había ninguna mujer cuyo consuelo pudiera serle
                  entregado o con el que, debido a las terribles circunstancias que
                  rodeaban a su dolor, pudiera hablar libremente.
                         —Ahora sé como sufría —dijo, al tiempo que se secaba
                  los ojos—. Pero, no sé ni siquiera en este momento y ninguna
                  otra persona podrá comprenderlo nunca, lo mucho que ha signi
                  ficado hoy para mí su dulce consuelo. Con el tiempo lo com
                  prenderé mejor, y créame que, aunque se lo agradezco infinita
                  mente ahora, mi agradecimiento irá en aumento al mismo tiempo
                  que mi comprensión. ¿Me permite usted que seamos como her
                  manos durante todas nuestras vidas..., por amor de Lucy?

                         —Por el amor de nuestra Lucy —le dije, al tiempo que le
                  daba la mano.
                         —Y por usted misma —añadió él—, puesto que si la es
                  timación de un hombre y su gratitud tienen algún valor, usted las
                  ha ganado hoy. Si alguna vez en el futuro llega usted a tener
                  necesidad dela ayuda de un hombre, créame que no me llamará
                  usted en vano. Dios quiera que nunca se presente ese momento
                  en que la luz del sol desaparezca de su vida; pero si llegara a
                  presentarse, prométame que acudirá a mí.
                         Era tan sincero y su dolor había sido tan profundo, que
                  comprendí que sería un consuelo para él, y le dije:
                         —Se lo prometo.

                         Cuando salí al pasillo vi al señor Morris, que estaba mi
                  rando al exterior por una de las ventanas. Se volvió al oír el ruido
                  de mis pasos.
                         —¿Cómo está Art? —inquirió.




                                             271
   267   268   269   270   271   272   273   274   275   276   277