Page 281 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  Vamos a emprender una tarea terrible, y puede haber suficiente
                  para hacer que los valientes se estremezcan. Puesto que si fra
                  casamos en nuestra lucha, él tendrá que vencernos necesaria
                  mente y, ¿dónde terminaremos nosotros en ese caso? La vida
                  no es nada; no le doy importancia. Pero, fracasar en este caso
                  no significa solamente vida o muerte. Es que nos volveríamos
                  como él; que en adelante seríamos seres nefandos de la noche,
                  como él... Seres sin corazón ni conciencia, que se dedican a la
                  rapiña de los cuerpos y almas de quienes más aman. Para noso
                  tros, las puertas del cielo permanecerán cerradas para siempre,
                  porque, ¿quién podrá abrírnoslas? Continuaremos existiendo,
                  despreciados por todos, como una mancha ante el resplandor de
                  Dios; como una flecha en el costado de quien murió por noso
                  tros. Pero, estamos frente a frente con el deber y, en ese caso,
                  ¿podemos retroceder? En lo que a mi respecta, digo que no;
                  pero yo soy viejo, y la vida, con su brillo, sus lugares agradables,
                  el canto de los pájaros, su música y su amor, ha quedado muy
                  atrás. Todos los demás son jóvenes. Algunos de ustedes han
                  conocido el dolor, pero les esperan todavía días muy dichosos.
                  ¿Qué dicen ustedes?"
                         Mientras el profesor hablaba, Jonathan me había toma
                  do de la mano. Temía que la naturaleza terrible del peligro lo
                  estuviera abrumando, cuando vi que me tendía la mano; pero el
                  sentir su contacto me infundió vida..., tan fuerte, tan segura, con
                  tanta resolución... La mano de un hombre valiente puede hablar
                  por sí misma; no necesita ni siquiera que sea una mujer enamo
                  rada quien escuche su música.
                         Cuando el profesor cesó de hablar, mi esposo me miró a
                  los ojos y yo lo miré a él; no necesitábamos hablar para com
                  prendemos.
                         —Respondo por Mina y por mí —dijo.

                         —Cuente conmigo, profesor —dijo Quincey Morris, lacó
                  nicamente, como de costumbre.

                         —Estoy con ustedes —dijo lord Godalming—, por el
                  amor de Lucy, y no por ninguna otra razón.
                         El doctor Seward se limitó a asentir. El profesor se puso
                  en pie y después de dejar su crucifijo de oro sobre la mesa, ex
                  tendió las manos a ambos lados. Yo le tomé la mano derecha y
                  lord Godalming la izquierda; Jonathan me cogió la mano derecha
                  con su izquierda y tendió su derecha al señor Morris. Así, cuan
                  do todos nos tomamos de la mano, nuestra promesa solemne



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