Page 282 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
estaba hecha. Sentí una frialdad mortal en el corazón, pero ni
por un momento se me ocurrió retractarme. Volvimos a tomar
asiento en nuestros sitios correspondientes y el doctor van Hel
sing siguió hablando, con una complacencia que mostraba cla
ramente que había comenzado el trabajo en serio. Era preciso
tomarlo con la misma gravedad y seriedad que cualquier otro
asunto importante de la vida.
—Bueno, ya saben a qué tendremos que enfrentarnos;
pero tampoco nosotros carecemos de fuerza. Tenemos, por
nuestra parte, el poder de asociarnos... Un poder que les es
negado a los vampiros; tenemos fuentes científicas; somos libres
para actuar y pensar, y nos pertenecen tanto las horas diurnas
como las nocturnas. En efecto, por cuanto nuestros poderes son
extensos, son también abrumadores, y estamos en libertad para
utilizarlos. Tenemos una verdadera devoción a una causa y un
fin que alcanzar que no tiene nada de egoísta. Eso es mucho ya.
"Ahora, veamos hasta dónde están limitados los poderes
a que vamos a enfrentarnos y cómo está limitado el individuo. En
efecto, vamos a examinar las limitaciones de los vampiros en
general y de éste en particular.
"Todo cuanto tenemos como puntos de referencia son
las tradiciones y las supersticiones. Esos fundamentos no pare
cen, al principio, ser muy importantes, cuando se ponen en juego
la vida y la muerte. No tenemos modo de controlar otros medios,
y, en segundo lugar porque, después de todo, esas cosas, la
tradición y las supersticiones, son algo. ¿No es cierto que otros
conservan la creencia en los vampiros, aunque nosotros no?
Hace un año, ¿quién de nosotros hubiera aceptado una posibili
dad semejante, en medio de nuestro siglo diecinueve, científico,
escéptico y realista? Incluso nos negábamos a aceptar una
creencia que parecía justificada ante nuestros propios ojos.
Aceptemos entonces que el vampiro y la creencia en sus limita
ciones y en el remedio contra él reposan por el momento sobre
la misma base. Puesto que déjenme decirles que ha sido cono
cido en todos los lugares que han sido habitados por los hom
bres. En la antigua Grecia, en la antigua Roma; existió en Ale
mania, en Francia, en la India, incluso en el Chernoseso; y en
China, que se encuentra tan lejos de nosotros, por todos con
ceptos, existe todavía, y los pueblos los temen incluso en nues
tros días. Ha seguido la estela de los islandeses navegantes, de
los malditos hunos, de los eslavos, los sajones y los magiares.
Hasta aquí, tenemos todo lo que podríamos necesitar para ac
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