Page 160 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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168       MITOS Y CUENTOS EGIPCIOS DE LA EPOCA FARAONICA


    es otra que Maát (Micf)3. No obstante, este procedimiento ha sido de for­
    ma  incontestable  mucho  más  empleado  en  otras  literaturas  que  en  la
    egipcia. Junto con la Rornan de Lm Rose podríamos, sin abandonar el me­
    dievo francés, mencionar también nuestras «moralejas» o «fábulas», o, pa­
    sando  a la Inglaterra isabelina,  evocar la  Kein a de las Hadas de  Edmund
    Spenser, obras todas ellas que hacen un uso sistemático de la alegoría. La
    literatura de la Grecia moderna posee igualmente cuentos que ponen en
    escena a personajes alegóricos, uno de ellos en particular4, consagrado al
    relato  de  una  querella  entre  «Equidad»  e  «Iniquidad»  —dos  personajes

    masculinos—y a la ceguera infligida por Iniquidad a Equidad,  se parece
    tanto, en su forma general y en sus detalles, al cuento egipcio, que M. Pie-

    per5no duda en reconocer en este último el prototipo del relato griego.
    Conviene por otra parte señalar que este mismo tema del buen y mal her­
    mano, de los cuales el primero es cegado por el segundo, se vuelve a en­
    contrar en el folclore de Lorena6, en una recopilación sánscrita de Jainas
    y en una obra judía del siglo Xii7. J. Bolte ha reseñado en diferentes pue­
    blos otras versiones del tema desarrollado en nuestro cuento8.
       El tema de  Verdad y  Mentira dista mucho de tener la amplitud, la va­
    riedad y el alcance del Cuento de los dos hermanos. El punto de partida es una
    disputa que enfrenta a Verdad y Mentira a propósito de un cuchillo que
    Mentira había prestado a Verdad, y que éste, por lo que parece, ha daña­
    do o perdido. Este cuchillo poseía, según decía Mentira, cualidades pro­
    digiosas: así obtiene de los dioses de la Enéada —injustos o despreocupa­
    dos—que a Verdad, como castigo a su negligencia, le  saquen los  ojos  y

    quede reducido a la condición de portero de su casa. Más tarde, no pu-
    diendo soportar la presencia de  su víctima, ordena que lleven al desgra­
    ciado al desierto para entregarlo a los leones. Gracias a la complicidad de
    quienes  le  acompañan, Verdad  escapa  a  este  suplicio.  Una  dama,  cuyo
    nombre no nos ha llegado, lo recoge y «viendo que era hermoso en todo
     su cuerpo»,  queda prendada  súbitamente  de  él.  De  sus  rápidos  amores
    nace un niño: nuevo Horus, aunque hijo de una Isis indigna, que vengará
    a  su padre,  al  mismo  tiempo,  de  la  afrenta  que le  ha  hecho  esta mujer
    abandonándolo, y del crimen horrible cometido en su persona por Men-


       3 Los elementos de la naturaleza podían también ser personificados, co m o  por ejemplo p !
    y m  -el mar—, que desempeña un papel determinante en la leyenda de! dios del mar (véase más arriba,
    p. 121) y que igualmente aparece en el Cuento de los dos hermanos 10,5-8 (véase más arriba, p. 160 y
    nota 51).
       4 Kretschmer, Neugriechische Märchen, nr. 64, p. 313. Otro cuento griego {ibid., nr. 43, p.  187)
    nos muestra a dos pobres diablos que llevan los nombres de Mentira y Verdad; pero es el único
    elemento común que tiene con nuestro cuento egipcio.
       5 M. Pieper, en ZAS 70 (1934), p. 93.

       6E. Cosquin, Coates populaires de Lorraine 1, París, 1886, n.° 7, p. 84.
       7 Análisis y bibliografía sumaria en G. Hl'F.i, l^es contes populaires, París, 1923, p. 81, nota 1.
       8 Véase el estudio de J. Bolte reseñado en la Bibliografía, más adelante, p.  170.
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