Page 161 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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VERDAD Y MENTIRA                                        169


    tira.  El medio que  el joven  emplea para conseguir sus  fines  es por otra
    parte  tan poco  complicado  como  el  mismo  motivo del altercado  entre
    Mentira y Verdad. No triunfa ni mucho menos por la fuerza bruta: su éxi­
    to es una obra maestra de malicia. A la acusación sostenida por Mentira
    a propósito del extraordinario cuchillo que dice le ha sido robado, el hijo
    de Verdad replica que Mentira se ha llevado de su rebaño un buey de ta­

    lla extraordinaria. «Es imposible —dice el tribunal—que exista un buey se­
    mejante.» «Sea —econoce el joven— pero si mi buey no existe, el cuchillo
                 r
                                 ,
    tampoco pudo haber existido jamás».  A mentiroso,  mentiroso y medio;
    Mentira es castigado y la equidad termina por vencer a la iniquidad.
       P. Smither ha relacionado ingeniosamente este pasaje  (JF^A 27,1941,
    p. 158) con una anécdota colacionada por Plutarco en su Vida de I jcmjjfi (15,10):
    para demostrar lo absurdo de una suposición hecha ante él por un extranjero,
    un espartano responde que tiene tantas posibilidades de ser conforme a la ver­
    dad como un cierto toro que conoce cuya talla sobrepasa la cima del Taigeto.
       Otro episodio, aún más característico de  Verdad y Mentira,  se encuen­
    tra en un relato de Ims Mil y  Una Noches. Se trata del pasaje en que se ve a
    Verdad  frecuentar  la  escuela  y  destacar  por  encima  de  todos  sus  com­
    pañeros.  Éstos, para vengarse, le  dicen: «¿De quién eres  hijo? No  tienes
    padre». Y el pobre niño va a buscar a su madre, quien le revela que el cie­
    go sentado junto a la puerta es su padre. Del mismo modo, en la «Histo­
    ria de Nureddin Ali y de Bedreddin Hassan»  (Lar Mil y   Una Noches,  ed.
    Garnier I,  265-267),  los  jóvenes  escolares, incitados  por su maestro, re­
    chazan jugar con Agib, el nieto del Visir, con el pretexto de que se ignora
    quién es su padre. Agobiado por las burlas de sus compañeros, Agib vuel­
    ve a la casa llorando y pregunta a su madre, la Dama de la Belleza, de qué
    padre él es hijo. «A esta pregunta la Dama de la Belleza, recordando en su
    memoria la noche de bodas, comienza a verter lágrimas, doliéndose amar­
    gamente de la pérdida de un esposo tan amable como Bedreddin».
       Verdad y  Mentira se sitúa aparte en la serie de obras de la imaginación
    egipcia.  Con  sus  personajes  alegóricos,  su  ausencia  de  acontecimientos
    maravillosos, y la lección que se extrae de la narración, de la ironía y del
    ingenio que ahí obran con libertad, nos recuerda no sólo a nuestros vie­
    jos relatos franceses con intenciones morales, sino también incluso a cier­
    tos cuentos  filosóficos modernos. Si bien la lengua y el estilo no son de
    la más  alta  calidad, al menos la  narración es  fresca y natural; a menudo
    incluso es pintoresca, y como si fueran escenas de la vida familiar pues­
    tas aquí ante nuestros ojos, están marcadas por una sinceridad y a veces
    una emoción que confieren a esta obra un particular encanto.

                             Bibliografía
    - Manuscrito.-  Papyrus Chester Beatty η0II (British  Museum  10682),  in­
    completo en su inicio, contiene además once páginas de seis  a nueve lí­
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