Page 175 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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184        MITOS Y CUENTOS  EGIPCIOS DE LA ÉPOCA  FARAÓNICA


     Olimpo, que no son, despues de todo, otra cosa que seres  más podero­
     sos y fuertes que nosotros; pero al menos observan un cierto respeto ha­
     cia  ellos.  En  Lm s  aventuras de Horus y Seth,  por  el contrario,  uno  se  sor­
     prende por el tono, no solamente familiar, sino incluso irrespetuoso del
     relato.  El autor no  escatima los  sarcasmos hacia los personajes  divinos;
     subraya con complacencia sus debilidades y sus ridículos, poniendo de re­
     lieve sus defectos; expone sin vergüenza y describe en unos términos pre­
     cisos, dignos de Rabelais o de Boccaccio, las acciones indecentes que les
     atribuye. ¿Ingenuidad o escepticismo por parte del escritor? La cuestión
     puede sin duda plantearse. Pero  sobre todo podemos preguntarnos qué
     tipo de estima tendrían los egipcios de todas las épocas por unos dioses
     tan vulgares, y en qué consistía la piedad de las masas a las cuales delei­
     taba una historia como ésta, y si en definitiva la religión no se reduciría,
     para la mayoría de los egipcios, a la creencia en la eficacia de la magia.
        Una vieja leyenda fundamenta la base de este relato: tiene por tema la
     rivalidad de Horus y Seth, hijo el uno, y hermano el otro, de Osiris, que
     se disputan la  función real  (¡iwt) que  Osiris,  antes  de  ser el dios de los
     muertos, había ejercido sobre la tierra, en calidad de primer soberano de
     Egipto. El proceso iniciado por esta sucesión ante el tribunal de la Enéa­
     da3 duraba ya ochenta años cuando comienza la narración; asistimos a las
     últimas fases de la lucha, y después al triunfo final de Horus. Su victoria
     será la del bien  sobre el mal, la del justo  sobre el injusto, de  forma que
     podríamos extraer de Las aventuras de Horus y Seth la misma moraleja, la
     misma  lección  humana  que  del  Cuento de  l'os dos hermanos o  de  Verdadj
     Mentira.
        En este asunto tan simple y que no exigía largos desarrollos, el «rap­
     soda» inserta, para complacer a sus oyentes, un cierto número de episo­
     dios:  la historieta de  Hathor haciendo un gesto impúdico ante su padre
     Ra-Harakhti, a quien quiere alegrar (1. 4, 1-3); la anécdota de la decapita­
     ción de Isis  (1. 9, 7-10,  1), colacionada igualmente por el Papiro SallierTV
     y por Plutarco4; historias de magia al menos en dos ocasiones (1. 8, 9-10,
     10 y 13, 4-13,  11); el relato de las relaciones contranatura entre Horus y
     Seth (1.  11, 1-12), ya conocidas por un texto de la dinastía XII3; el inter­
     cambio epistolar entre la Enéada y otros dioses que habitan lejos (1. 2, 7-
     3,  5 y 14, 5-15,  9); en  fin, el episodio de la Isla del Centro  (1.  5, 5-8,  1),
     donde se ve a Isis, ayudada por el barquero Anti, manejar torpemente al
     estúpido Seth: este episodio, que no es más que accesorio, sin duda es el
     pasaje más conseguido, el más divertido y el más espiritual de este cuen­
     to de múltiples aspectos.


       ·’ Se trata de una Enéada ampliada y que cuenta con una treintena de miembros. Chu, Thot,
     Onuris, Ptah, Baba, Hathor c Isis, citados en nuestro cuento, parecen formar parte de ella.
       4 S allier /I '  recto (calendario de días fastos y nefastos); Plutarco, De Iside, cap. 20.

        ^F. L. Griffith, Hieratic Papyri from Kaintn and Gitroh, pl. 3, ν p. 4.
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