Page 60 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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CUENTO DEL NÁUFRAGO                                      63


     Relato del náufrago
       A esto le respondí, con los brazos extendidos ante él, diciéndole: «He
     aquí que yo bajaba /[90] hacia las minas, en misión del soberano, a bor­
     do de un navio de ciento veinte codos de largo por cuarenta codos de an­
     cho. Ciento veinte marinos lo ocupaban, la elite de Egipto:  /[95] ya vigi­
    lasen el cielo, ya vigilasen la tierra, su corazón era más resuelto que (el de)
    los leones. Podían anunciar una tormenta antes de que llegara, una tem­
    pestad antes de que  se desencadenara.  Cada uno de ellos rivalizaba con
     su camarada en bravura  /[100]  y en  fuerza26, y no había ningún inepto
     entre ellos. Una tormenta estalló entonces cuando estabamos en el Gran
    Verde, antes de que hubiéramos  alcanzado  tierra.  Se continuó navegan­
     do, pero la tormenta se intensificó, levantando una ola /[105] de ocho co­
    dos: una pieza de madera me la allanó a fuerza de golpes. Luego el navio
    pereció, y de los que estaban a bordo no quedó ni uno solo27, salvo yo, y
    heme aquí en tu compañía. Fui entonces llevado a esta isla /[110] por una
    ola del Gran Verde».

    Las promesasy el relato de la serpiente

       Entonces  ella me dijo: «No temas, no temas, pequeño:  no tengas el
    rostro  atormentado ahora que has llegado  hasta mí. Dios  ha permitido
    ciertamente que vivas, pues te ha traído hasta esta isla del ka /[115] en la
    que nada hay que no se encuentre, y que esta repleta de todo tipo de bue­
    nas cosas. He aquí que pasarás, mes tras mes, hasta que hayas completa­
    do cuatro meses en esta isla. Después  / [120] vendrá un barco del hogar,
    ocupado por marinos a los que tú conoces; volverás con ellos al hogar y
    morirás en tu ciudad28. ¡Que afortunado es aquél que puede relatar lo que
    ha vivido, una vez que han pasado los episodios difíciles!
       /[125]  Así pues voy a  contarte algo29, similar a lo que  aconteció  en
    esta isla, donde yo estaba con mis parientes, entre los cuales había niños:
    éramos en  total setenta y cinco  serpientes30,  tanto mis  niños como mis

       26   Lit. «cada uno de ellos, su corazón era bra\7o, su brazo era  fuerte más  que (el de)  su ca­
    marada».
       l ' Las 1. 91-98, y despues  101-107, reproducen un pasaje precedente, l. 25-39.
       28 En su carta a Sinuhé, el rev hace promesas análogas al proscrito, a quien trata de atraer:
    «No, tú no morirás en tierra extranjera... (veáse todo el pasaje SinuhéB,195-200, más arriba p. 46).
    La mayor desgracia que podía suceder a un egipcio era, como es notorio, morir lejos de Egipto.
         Aquí comienza un nuevo relato que termina pronto: empieza con las mismas palabras que
    el cuento propiamente dicho (1. 21-22). El único elemento de comparación entre la aventura del
    Náufrago y la historia de la Serpiente es  que esta última ha perdido también  a todos sus com­
    pañeros. Como fue valerosa en este trance, exhorta al Náufrago a ser también  fuerte de espíritu.
       50 Estrabón, XVI, 4, 6, menciona, en la orilla africana del mar Rojo, al sur de Berenice, una
    isla όφιώδης, así llamada por la abundancia de  serpientes, que impedían la explotación de  los
    yacimientos de topacio.
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