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CAPÍTULO CUATRO
A
gustín, aquel niño que gritó inconforme con el mundo
que lo recibía, era ya un jovencito de quince años a
punto de experimentar otro nacimiento. Ya estaba
asfixiado por su estilo de vida, incómodo con su padre, que era
soberbio e infiel; inconforme con su madre, sumisa y fiel a su
esposo; inconforme con el sistema de educación que había en
aquella región; inconforme con todo lo que le rodeaba. No se
soportaba a sí mismo. Su ingenio iba más allá de los
convencionalismos y las estructuras preestablecidas de
aquellos pueblos oprimidos.
Tal fue su desencanto con el estilo de vida que llevaba que,
utilizó toda su inteligencia para convencer a su madre y a su
padre de que lo enviaran a estudiar a Cartago. Sus padres,
ciertamente, sabían que no podían retenerlo. También sabían
que tenía las cualidades para triunfar adonde quiera que fuera.
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