Page 43 - Comparto 'Vida de San Agustín' con usted
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hacia su pueblo natal, con su madre rebosante de felicidad,
conversaron día y noche de todo cuanto pudieron. Sin
pestañear ni un poco, hablaban desde los temas más
insignificantes, hasta los temas más altos en materia de
espiritualidad, como si hubieran encontrado la pócima de la
inmortalidad.
Llegaron a Ostia Tiberina, un puerto por donde tenían que
pasar; era tanta la felicidad de compartir la fe católica y amar
al mismo Jesús que, en un instante de inspiración divina,
viendo juntos al cielo, quedaron suspendidos de los sentidos
físicos; hasta que, habiendo contemplado los misterios del
Dios Trino, recuperaron movilidad. Fue el único y último
momento que esto le sucedió junto a su madre, pues en pocos
días ella murió; rogándole, eso sí, que jamás se olvidara de ella
en la mesa del altar.
Fueron días largos para aquella pareja de enamorados de
Dios. La fiebre le duró una semana a aquella señora, que tenía
el alma de una quinceañera. La conversión de su hijo la
rejuveneció tanto, que en medio del dolor y la fiebre no cesaba
de alabar a Dios. Agustín no se despegó de ella ni un instante
porque sabía que en cualquier momento moriría. El último
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