Page 42 - Comparto 'Vida de San Agustín' con usted
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por el orgullo. Apenas amaneció subió al coche con sus amigos
rumbo a Milán.
¡Ah!, ¡ah! respiraba aires de libertad; respiraba aires de
triunfos; respiraba aires de conquista. El misterio comenzaba a
develarse de una manera frontal. Pronto estaría con Mónica,
su hijo y su mujer. Pronto les diría adiós a los maniqueos.
Pronto conocería al hombre más valiente de todo el imperio, al
gran Ambrosio de Milán. Pronto pasarían muchas cosas que la
imaginación no logra albergar.
Mientras avanzaba, con el soplo del aire fresco en su cara, mil
cosas pasaban por su cabeza. La expectativa le provocaba
cierta expresión de ansiedad. Cuando volvía la mirada a sus
amigos recogidos sobre sí, como contemplando su propia
miseria, con una sonrisa de triunfo el rostro recuperaba el
encanto de aquella personalidad. Muchas cosas se imaginó, lo
único que no albergaba en sus fantasías, era que en aquella
ciudad iba a asumir la fe católica, que su madre le dio con la
leche materna.
Ya converso al cristianismo, ambos, madre e hijo, disfrutaban
cada momento que estaban juntos. Un día, mientras viajaban
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