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valores que aprendió de niño! La sola presencia de su madre

                  era motivo para actuar rectamente.




                  El caso es que la estancia en Milán era una oportunidad para


                  toda la familia. Con ayuda de los maniqueos, Agustín llegó a la

                  cima del poder. Era el orador de la corte, con palabras más


                  exactas, Agustín, era la voz del emperador. Trabajaba y vivía

                  para el emperador y seguía sus órdenes, sin importar cuáles

                  fueran. De seguro pensó que llegar hasta ahí, era el final de


                  sus anhelos y, apenas, comenzaba la verdadera aventura.




                  ¿Cómo podía actuar este hombre conforme a una orden? Un

                  hombre que era capaz de preguntarse por el sentido de lo que


                  acontece  en  el  mundo,  fueran  cosas  pequeñas  o  grandes;

                  ¿cómo  podía  un  hombre,  tan  crítico  de  los  fenómenos  que


                  tienen lugar en el medio humano, no preguntarse por el valor

                  que tienen sus acciones? Por supuesto, que Agustín era ese


                  hombre, embrujado por el hechizo del poder. Un gran genio,

                  conocedor de todas las artes y las ciencias de aquel tiempo,

                  había  caído  en  semejante  infamia.  El  poder  que  había


                  conquistado y su orgullo lo llevaban a defender lo que hacía,

                  tratando de ignorar su propia miseria, que no podía ocultar ni


                  evadir.






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