Page 47 - Comparto 'Vida de San Agustín' con usted
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Gran sorpresa se llevó un día que vio saltar de alegría a un
“borrachito”, porque le regaló unas monedas. A tal punto que
exclamó: “¡Mira, mira, mira cómo salta y se alegra ese hombre,
despojo de la sociedad!; se alegra con tres monedas y yo, con
todo el poder, la fama y el dinero que tengo, no logro ser feliz.”.
¡Qué terrible! El gran hombre, el gran orador del imperio; vivía
en la zozobra.
¿Qué le faltaba? Tenía a su lado a su madre, a su mujer, a su
hijo y el mejor de los trabajos ¿Qué le faltaba?, ¿acaso no
miraba lo que tenía en sus narices? o ¿acaso esto no le
llenaba? Para él, todo esto era importante, incluso, sabía que
le faltaba la verdad. Intuía que el encuentro con la verdad, le
llevaría a renunciar a todo lo que por muchos años había
conquistado. ¡Qué mal momento estaba pasando!, ¡qué mal
momento!
Todo el tiempo tenía encima las órdenes del emperador. Por si
fuera poco, los enemigos del imperio, obligatoriamente, tenían
que ser sus enemigos. ¿Un hombre de su talante con
enemigos?, ¡un hombre de su talante!; nuevamente
disfrutando de los placeres terrenales; nuevamente cayendo
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